Por Gustavo López Padilla*
Cuando uno se acerca al conocimiento de un conjunto significativo de las consideradas mejores ciudades contemporáneas en el mundo, tomando en cuenta las calidades y variedades de sus condiciones de habitabilidad, se puede corroborar que todas ellas tienen en común, el contar con buenos e inteligentes planes de desarrollo urbano, que en ocasiones se remontan en sus orígenes, hasta la segunda mitad del siglo XIX. Podemos identificar entre otras de estas ciudades a París-Francia, Amsterdam-Paises Bajos, Barcelona-España, Copenhague-Dinamarca, Chicago-Estados Unidos de Norteamérica, Londres-Inglaterra, Boston-Estados Unidos de Norteamérica y podemos incluir mas recientemente a Curitiba-Brasil. Estas ciudades se desarrollaron siguiendo en buena medida sus propios planes y mas recientemente han instrumentado visiones de futuro, de cómo imaginan su realidad en términos urbanos para el año 2030 o un tanto más adelante. Se trata de propuestas que se entienden como objetivos a alcanzar, a veces incluso como utopías, que pueden replantearse en el tiempo, tomando en cuenta las condiciones de imprevisibilidad que puede deparar el futuro. Es importante hacer notar, que tanto los planes originales de desarrollo de estas ciudades, así como sus visiones de futuro, están documentados con base en instrumentos teóricos, planos urbanos e imágenes claras y objetivas, que el público en general puede conocer, valorar y así poder encauzar las acciones del conjunto de sus sociedades, para intentar alcanzar los objetivos planteados.
Al pensar lo anterior en relación a las realidades que han acompañado el desarrollo contemporáneo de nuestra ciudad de México, las circunstancias son totalmente diferentes. Por años la planeación urbana de manera disciplinada, sistemática y documentada, estuvo alejada de las acciones de gobierno de quienes dirigieron nuestra ciudad. En el tiempo se fueron enfrentando requerimientos, necesidades y sus resultados concretos dependieron de las habilidades e intereses particulares de quienes fueron nuestros gobernantes. No será sino hasta el gobierno de José López Portillo (1976-1982), en el que tomando en cuenta desde la escala del conjunto del país, pasando por la de los estados y hasta llegar a las particularidades de los municipios, que se emprendió sistemáticamente, la realización de planes de desarrollo urbano, que finalmente quedaron documentados, fueron valorados y aprobados por las Cámaras de Diputados y Senadores de nuestra República; se volvieron leyes y objetivos a alcanzar. La planeación educada llegaba a nosotros, casi cien años después de aquellas ciudades a las que se hace referencia al inicio de estas reflexiones.
Por esos años también, en los mismos términos de planeación urbana, se instrumentó en la realidad de nuestra ciudad, el diseño, construcción e inauguración de los llamados ejes viales en el año de 1979, arterias vehiculares que mejoraron sensiblemente la movilidad vehicular en el conjunto del territorio de nuestra ciudad capital, impactando notablemente en la calidad, diversidad e intensidad de los usos del suelo colindantes con esas nuevas vialidades, cambiando también sus condiciones de habitabilidad. Adicionalmente fue importante a partir del año 1980, el cierre del basurero a cielo abierto que se ubicaba en Santa Fé, al poniente de la ciudad, entre las hoy Alcaldías Cuajimalpa y Álvaro Obregón, con lo cual se va a dar inicio al polémico desarrollo en esa zona, con la inauguración en el año de 1982 de la nueva sede de la Universidad Iberoamericana. En paralelo a la limpieza ambiental sanitaria, se van a desplazar muchas gentes que originariamente se asentaban en los alrededores del lugar, para dar paso a una nueva zona de negocios y viviendas destinadas a sectores de altos ingresos económicos. Desde aquellos años y hasta la fecha, en nuestra ciudad, se ha generado un proceso de lo que hoy se identifica como gentrificación urbana.
De aquél inicio de los años ochenta hasta nuestros días, se han hecho actualizaciones de los originales planes de desarrollo urbano que fueron vueltos ley, pero teniendo casi siempre la característica, de ir enfrentando las necesidades apremiantes que se han presentando en el tiempo. En ningún caso, al menos conocido, documentado, se plantearon visiones de futuro, a largo plazo para la ciudad. Y no será el gobierno quien hubiera propuesto estas visiones de futuro, sino que la más importante, inteligente, visionaria y brillante propuesta para nuestra ciudad realizada hasta ahora, tiene que ver con la realizada por un grupo particular de arquitectos, constituido por Alberto Kalach, Teodoro Gonzáles de León y Gabriel Quadri, quienes instrumentaron un estudio denominado México Ciudad Futura, apoyados en la propuesta previa de los Ingenieros Nabor Carrillo y Gerardo Cruickshank, quienes realizaron el extraordinario rescate parcial hidráulico de lo que fuera el Lago de Texcoco, finalmente llamado Lago Nabor Carrillo, reutilizando y tratando aguas residuales, provenientes de la misma ciudad de México, con la visión de una mejora sensible de la capital de la República, en términos de mejoras ambientales.
La propuesta de México Ciudad Futura, que data en sus orígenes de 1998 y que fuera presentada inicialmente al presidente de la República Vicente Fox (2000-2006) implicaba ampliar el rescate hidráulico del lago de Texcoco, reutilizando el 15 % de las aguas residuales tratadas de la misma ciudad de México, ubicar ahí un moderno aeropuerto internacional y al mismo tiempo generar en el lugar una nueva zona de desarrollo urbano, incluyendo viviendas, zonas de trabajo, recreación y servicios, que se podría convertir al mismo tiempo en una detonadora del desarrollo en las zonas colindantes al lugar y al conjunto de la ciudad. El impacto urbano ambiental del proyecto, proyectaba grandes beneficios para el conjunto de la población de la ciudad de México y su área metropolitana. Desafortunadamente esta interesante propuesta no se llevó a cabo, en buena medida por la falta de visión, voluntades, intereses encontrados y desacuerdos entre nuestros gobernantes, posibles inversionistas y tenedores originales de la tierra. Desde aquellos años a la fecha, la ciudad de México no ha contado con una nueva propuesta de un plan de desarrollo urbano, inteligente, documentado, conocido, consensado y con visiones de futuro.
Una ciudad de la importancia de la nuestra, considerada entre las mas reconocidas y valoradas en el mundo, dado su potencial económico que implica casi un 20 % del producto interno bruto nacional, con una población de 9,209,944 habitantes, 21,804,5515, considerando la zona metropolitana, con una extensión territorial, solo de la ciudad de 1,485 km2, es increíble que no cuente hasta ahora con un plan de desarrollo urbano, actualizado, conocido ampliamente, documentado y que contenga visiones de futuro. Un plan que contenga consideraciones de carácter ambiental, entre las cuales la disponibilidad del agua potable sea fundamental, tomando en cuenta el desgaste de las fuentes conocidas de abastecimiento, que ponen en riesgo la disponibilidad de este vital líquido, que debiera considerar el aprovechamiento del agua de lluvia y el reciclamiento de aguas residuales, hasta el punto de volverlas nuevamente potables, creando así ciclos de agua potable-residuales y nuevamente potables. Lo mas caro en este tema es la falta de agua. Adicionalmente se debería considerar un incremento importante de áreas verdes, mediante sistemas de parques, a todo lo largo y ancho de la ciudad, hasta alcanzar el mínimo deseable de 12.00 m2 de espacio verde por habitante, tratando además de que en estas áreas verdes se incluyan cuerpos de agua, entendido todo esto como trabajos de acupuntura urbana, con la finalidad de restituir los equilibrios en el desarrollo urbano de nuestra ciudad en relación con la naturaleza, impulsando también el uso cotidiano de energías limpias y renovables. En otro orden de ideas, se debería mejorar lo que se ha avanzado en términos de movilidad de trasporte público, incentivando el uso de la bicicleta, limitando el uso del automóvil y procurando que la gente camine. En todo lo anterior, pensando sobretodo en lo que tiene que ver con la salud pública del conjunto de los habitantes de la ciudad.
En términos de lo que tiene que ver con la disponibilidad del suelo, la propuesta debería identificar zonas potenciales de desarrollo e inversión, buscando mejorar y diversificar calidades urbanas de habitabilidad, pensando en valorar razonablemente mezclas e intensidades, evitando crecimientos indiscriminados horizontales, buscando en lo posible impulsar una ciudad compacta, razonable, eficiente y mas rentable desde el punto de vista operativo, funcional y económico, con promedios de intensidades medias de ocupación, en donde el tema de la vivienda ocupe un lugar central, incluyendo mezclas de diferentes niveles socioeconómicos, sin discriminaciones o gentrificaciones, evitando guetos y zonas amuralladas, cerradas al tránsito de todas las personas. Viviendas nuevas y todas aquellas posibles que puedan aprovechar reciclando construcciones preexistentes, afrontando las crecientes demandas en este sentido. Se deberían sumar una buena cantidad y diversidad de espacios públicos, desde calles hasta plazas, incentivando así la vida colectiva y el intercambio social y cultural, fundamental para una vida urbana rica y razonable. En este orden de cosas, el territorio de lo que fuera el Lago de Texcoco, naturalmente debe ser considerado.
En la consecución de planes de desarrollo para la ciudad de México, con visiones de futuro, todos somos corresponsables, la sociedad en su conjunto y los funcionarios públicos como representantes de nuestros intereses. Pienso nuevamente en este sentido, para conseguir estos planes de futuro, con la idea de sumar voluntades e inteligencias, en la participación y responsabilidad que debiera asumir la Facultad de Arquitectura de la UNAM, que cuenta con un potencial importante y calificado, entre su brillante e inteligente población estudiantil, docente, incluyendo investigadores especializados en el tema y contando además con unas instalaciones de primer nivel. La educación en general, humanista y científica juega en todo lo anterior un papel esencial. En estas visiones de futuro, se deberían incluir propuestas aterrizadas, tomando en cuenta nuestra realidad social, económica, política, tecnológica y cultural, reconociendo las personalidades espaciales, culturales y construidas de nuestra ciudad, evitando propuestas que se pudieran encaminar a las ideas de lo que se conoce como ciudades genéricas. Cabrían también y serían necesarias, posibilidades que pudieran considerarse en principio como utópicas. Siempre es importante soñar y encaminarse en tratar de volver realidades nuestros sueños. Como toda ciudad moderna que se precie, la ciudad de México, necesita y merece planes de desarrollo, diversos e incluyentes, con visiones de futuro.
*Gustavo López Padilla
Arquitecto
navegandolaarquitectura.wordpress.com
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Columnista invitado