La tormenta política ya está aquí, y para hacerle frente, el sector inmobiliario activa nuevamente el botón de resiliencia.
Por Horacio Urbano*
Ni hablar, aunque haya quien diga que esto aún no empieza, todos sabemos que ya estamos más que inmersos en un complejo e innecesariamente largo periodo electoral, al que seguirá un igual de complejo e innecesariamente largo periodo de transición.
Ni hablar, son cosas de la democracia a la mexicana.
Cosas que tristemente vienen acompañadas de incertidumbre y todo tipo de costos.
Pero considerando que esta situación no es nueva para los mexicanos, son cosas con las que estamos acostumbrados a convivir, y que no nos doblan… O bueno, sí un poquito, pero no nos quiebran.
Ni modo. Y poniendo el pecho a la situación, todos buscamos caminos para mantener algún grado de normalidad en medio de la tempestad.
En eso está el sector inmobiliario, cuyos muy diversos actores, buscan caminos para mantener el dinamismo de su actividad en un entorno que ya saben que vendrá difícil, pero que, como conocen las reglas del juego (aunque no les gusten), saben que tienen que manejar.
Hay que aceptarlo, la tormenta política ya está aquí, y para hacerle frente, el sector inmobiliario activa nuevamente el botón de resiliencia.
Tal es el caso de todo el segmento de brokeraje inmobiliario, cuyos profesionales buscan anticipar tendencias de un mercado de tiempos electorales, un mercado difícil, un mercado lleno de incertidumbres, pero en el que a pesar de todo, la demanda se mantiene, lo mismo que la disponibilidad de financiamiento a costos adecuados, y en el que en lo que hay que trabajar, es en generar confianza entre quienes buscan comprar o rentar un bien raíz.
Generar confianza y tener la capacidad de contar con una oferta inmobiliaria y crediticia de tal calidad, que sea un claro alimento para la necesaria confianza.
Y eso no es tema menor, porque a pesar de que la mayor fortaleza del mercado está en la solidez de una demanda muy real, formada por personas y empresas que necesitan espacios para vivir o trabajar, y cuentan con las capacidades financieras que obtenerlos implica, es evidente que las agendas políticas son tema que puede frenar o postergar las decisiones relacionadas con comprar o rentar un bien raíz.
Y aunque en cada caso el impacto pueda ser diferente, es claro que esa incertidumbre pega en todos los niveles, segmentos y ubicaciones del mercado.
Pega, sobre todo, en quienes cuentan con mejores elementos para validar su toma de decisiones, elementos entre los que hay que considerar una solidez, inclusión y cultura financiera, que les da mayores libertades al momento de decidir si esa operación la tienen que hacer hoy, o si puede esperar a que los temas políticos vayan tomando forma.
Porque claro, para los más pobres, pensar en la incertidumbre de estos tiempos políticos es un lujo oriental que no pueden darse el lujo de tomar.
Los más pobres compran o rentan cuando pueden… Y cuando no pueden, pos no…
Y claro, mucho tendrá que ver en todo esto lo que vaya pasando en el sector financiero, y que veremos reflejado en disponibilidad y costo del crédito, y que, si todo sale bien, implica una muy contundente señal de confianza que dará un muy poderoso impulso al mercado.
Será fundamental que las condiciones macroeconómicas sigan siendo favorables y se reflejen en la suficiente disponibilidad de créditos hipotecarios a costos adecuados.
Créditos que lleguen lo mismo para fortalecer la demanda, multiplicando las oportunidades de familias y empresas que requieren financiamiento para comprar el bien raíz que necesitan, que para garantizar la producción de los activos inmobiliarios indispensables para contar con una oferta en todos los aspectos adecuada.
Por supuesto, se necesita que sigan operando con total normalidad, lo mismo los organismos nacionales de vivienda, que la banca comercial y cualquier otra instancia privada involucrada en el financiamiento al sector inmobiliario.
Se necesita que las agencias calificadoras tengan elementos que permitan mantener buenas notas a las empresas y organismos públicos que necesitan de ellas para garantizar su viabilidad.
Y se necesita que el mercado de valores mantenga su estabilidad.
Y quizá el mayor reto tenga que ver con el botón de resiliencia que compete a la industria del desarrollo inmobiliario, para la que las condiciones no han sido propicias y que ahora más que nunca necesita claras señales que alimenten la confianza que les permita mantener sus inversiones.
Esto no es tema menor, porque ese botón de resiliencia, en específico, tiene que ver con factores de muy diversos ordenes, sí bien es cierto que todos parten de las seguridades que tendrían que venir de las más altas instancias del gobierno federal.
Digo, porque cabe suponer que para el gobierno tiene que ser una prioridad mantener la estabilidad de todos los sectores productivos durante estos tiempos políticos.
Porque urge crear condiciones que den viabilidad y seguridad a las cadenas de producción del sector inmobiliario, que si bien están acostumbradas navegar en este mar de incertidumbre, sí necesitan señales de confianza que les permitan mantener empleos, inversiones y proyectos en marcha.
Cabe esperar que el sector inmobiliario vuelva a poner su confianza en México y lo demuestre activando su botón de resiliencia.
No es tema menor, es una industria fundamental no solo por lo que representa en materia de generación de empleos y dinamismo económico, sino además, por lo que significa como factor determinante para consolidar la competitividad actual y futura del país.
Ojo, que esto, aunque no siempre lo noten o reconozcan los políticos, no es tema menor.
Los números de la pobreza
Publicó el Coneval su reporte de Medición de Pobreza 2022.
No son cifras fáciles, porque los números de la pobreza siempre implican profundos claroscuros que hay que saber leer y entender, para, en consecuencia, poder precisar los nuevos retos y tomar decisiones encaminadas a hacerles frente.
Dice el reporte, que a partir del inicio de sexenio, y hasta el cierre del 2022, han salido de la pobreza 5.1 millones de mexicanos, que la desigualdad del ingreso disminuyó 6%, que la brecha de desigualdad entre los estados de mayor y menor ingreso se redujo 20%, que la desigualdad entre zonas rurales y urbanas también disminuyó, que el ingreso promedio en áreas rurales creció 17%, y que el ingreso corriente promedio de los más pobres aumentó 20 por ciento.
Sobresale que el Estado de México es la entidad con mayor número de pobres, seguido de Veracruz y Chiapas, en tanto que Baja California Sur es el que menos pobres tiene, seguido de Colima y Aguascalientes. Claro, aunque estos números tienen que analizarse sobre la base de la población total de cada lugar.
Y bueno, confirma el reporte que la mitad de la población no tiene acceso a seguridad social, lo que implica no ser derechohabiente de Infonavit o Fovissste, y tener enormes dificultades para acceder a un crédito para vivienda de la banca privada.
Hay que decir que entre los indicadores que bajo un enfoque multidimensional definen el grado de pobreza, destacan la calidad de la vivienda y los servicios que la misma debiera proveer.
Y precisar que considerando calidad y espacios de la vivienda, el rezago pasó de 11 a 9.1% de la población (13.6 millones a 11.7 millones de personas), y que al analizar servicios básicos de la vivienda, el porcentaje pasó de 19.6 a 17.8% (24.3 millones a 22.9 millones de personas).
Son cifras que hablan de avances importantes en la atención a un reto que sigue siendo enorme.
Porque siempre quedará por atender la parte más compleja del rezago… Pobreza urbana y rural que depende de ingresos, pero también del acceso a todo tipo de servicios y de la calidad del empleo.
Pobreza urbana y rural que necesita viviendas.
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Horacio Urbano
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