Por Carmen Contreras*
Henri Lefebvre y David Harvey desde el marxismo explicaron las desigualdades y contradicciones capitalistas en los fenómenos urbanos. Pero en sus ideas sobre el tiempo, el trabajo, la plusvalía, la producción, la distribución de la riqueza y la clase social no mencionaron que el género era determinante en las relaciones desiguales en las ciudades.
Fueron las autoras feministas quienes empezaron a cuestionar las desigualdades urbanas desde el género a partir de sus estudios sobre el trabajo de cuidados que realizamos las mujeres. Así detonaron la que hoy es la discusión pública mas importante en las ciudades latinoamericanas.
Desde la publicación de la obra de Carol Gilligan “In a Different Voice”, pasando por los aportes de Joan Tronto (1993), hasta llegar a autoras como Karina Batthyány (2020), los cuidados se han definido bajo la luz teórica y bajo la necesidad práctica como un trabajo que sostiene la vida urbana. En Latinoamérica el trabajo de cuidados debe estudiarse considerando las características de los procesos de urbanización de nuestras ciudades y se resumen así:
- Se sostienen en economías extractivas que explotan los recursos naturales de manera desordenada, desplazan a la población de sus lugares y se apropian de saberes, del conocimiento y de la información de comunidades.
- Se basan en la informalidad en donde el trabajo no pagado y no reconocido lo realizan principalmente las mujeres. La expansión metropolitana implica trabajo precario de personas migrantes. Por ejemplo, mujeres trabajadoras del hogar que se desplazan del Estado de México a las alcaldías con los índices de desarrollo humano más altos para trabajar en esos hogares.
- Hay feminización de la pobreza. En la Ciudad de México el 30.3% de las mujeres no tiene acceso a ingresos propios, frente al 9.4% de los hombres. Por cada 100 hombres de 20 a 59 años en situación de pobreza hay 126 mujeres en la misma situación y mas de la mitad de las mujeres con un trabajo formal no son propietarias de la tierra o de sus viviendas.
En la Ciudad de México cada institución pública entiende lo que sus titulares quieren entender por trabajo de cuidados, aunque los avances legislativos (impulsados principalmente por mujeres) lo reconocen como un derecho constitucional. Basta ver las diferencias conceptuales sobre los cuidados en las reglas de operación de los programas sociales en las alcaldías de la CDMX:
http://www.sideso.cdmx.gob.mx/index.php?id=822
De igual forma, “los cuidados”, “lo doméstico” y “lo barrial” se asocian a la reproducción de la vida familiar y se consideran temas poco relevantes. Así es como quedan subordinados en la planeación de la “movilidad sustentable” enfocada en el transporte público de gran capacidad y olvidando los trayectos cortos en las colonias.
La “crisis de los cuidados” se sigue viendo como una “externalidad” de la COVID-19 y no como un problema público a resolver si deseamos un desarrollo urbano justo, equilibrado y humano. Un ejemplo de ello es la ausencia en América Latina de políticas de mitigación para 113 millones de niños y niñas confinados en sus casas.
Para dimensionar la importancia de la crisis de los cuidados en la Agenda Urbana pensemos en las desigualdades de género en los hogares con menos ingresos, con mas dependientes, con menos espacio en la vivienda y con menos recursos para el cuidado sanitario. De acuerdo a la CEPAL en su Informe COVID-19 de abril del 2020, en la región hay un 13.5% de hogares sin agua. Estos suben a un 25.4% en urbanizaciones irregulares (hogares cuya vivienda está en barrancas, márgenes de ríos, es decir, zonas en donde el costo de llevar infraestructura de drenaje se incrementa). Las mujeres dedican 5 y 12 horas semanales adicionales cuando no hay agua entubada en la vivienda.
Por otra parte, según la OIT, 11.4% de las mujeres ocupadas en Latinoamérica son trabajadoras del hogar. Un 77.5% se encuentra en la informalidad. Ellas desempeñan labores de cuidado y representan un sector que debe tener políticas públicas focalizadas en las ciudades. Las distancias, el tiempo y el espacio para las trabajadoras del hogar las coloca en situación de vulnerabilidad que ha sido poco abordada.
Finalmente diré que urge colocar a los cuidados dentro de la Agenda Urbana como un problema de salud. En México el valor monetario de los cuidados de salud brindados en el hogar equivale al 85.5% del valor de los servicios hospitalarios y las mujeres aportamos con nuestro trabajo un 72.2% de ese valor monetario. Cuando la atención de salud se traslada a los hogares, aumenta la presión sobre el tiempo de cuidados. Hoy sabemos que 10 millones de personas durante la pandemia dejaron de asistir a los servicios públicos de salud en México aún teniendo las instalaciones cerca (CONEVAL, 2021).
Texto y fotografía: Carmen Contreras
*Directora de Perspectivas de IG y Consultora en Desarrollo Urbano con Perspectiva de Género
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Columnista invitado
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