lunes, 18 de julio de 2022

Teorías e historia de la ciudad contemporánea

Por Gustavo López Padilla*

Partiendo de la realidad  de que poco mas de la mitad de la población mundial vivimos en los ámbitos de las ciudades, es entendible el creciente interés de un público diverso, por conocer cada vez más a profundidad lo que tiene que ver con los orígenes de estas ciudades, su evolución, sus calidades de vida actuales y proyecciones de futuro. En principio, tenemos que ubicar en la segunda mitad del siglo XIX, básicamente en la Europa central y los Estados Unidos de Norteamérica, la consolidación de lo que conocemos como ciudades contemporáneas. El tema es fascinante y se han escrito una infinidad de textos sobre el mismo, desde la óptica de grupos diversos de estudiosos, entre otros: ingleses, franceses, italianos, alemanes, estadounidenses y españoles. La bibliografía que se remonta justamente hasta la segunda mitad del siglo XIX es muy extensa y variada, sin embargo, entre los estudiosos sobre el tema que conozco, me llama la atención en lo particular por su orden, claridad, riqueza de datos y diversidad de interpretaciones, el trabajo desarrollado por el arquitecto español Carlos García Vázquez, sevillano (1961), publicado en el año de 2016, bajo el sello de la editorial Gustavo Gili y que responde al título de Teorías e historia de la ciudad contemporánea. García Vázquez reconoce de inicio, que el título de su obra, es un eco de uno de sus mas importantes referentes teóricos, el italiano Manfredo Tafuri, nacido en Roma (1935-1994), quien escribiera el emblemático libro Teorías e historia de la arquitectura (1968).

Reconociendo de inicio que las ciudades contemporáneas por su propia naturaleza son complejas, como expresiones sociales, políticas, económicas, culturales y tecnológicas, tomando en cuenta la variedad de sus realidades construidas, difícilmente comprensibles en primera instancia, García Vázquez plantea tratar de entender lo mas racionalmente lo anterior y para el efecto su trabajo lo estructura a partir de  tres etapas temporales: Metrópolis (1882-1939), Megalópolis ( 1939-1979) y finalmente Metápolis (1979-2007), 125 años de estudios urbanos en los cuales, según comenta el mismo arquitecto, da cuenta de la ciudad según las valoraciones de los sociólogos, la ciudad de los historiadores y la ciudad de los arquitectos. A lo largo de su revisión histórica, identifica dos grandes posturas de cómo entender el planteamiento, desarrollo y valoración de las ciudades contemporáneas, una que va a reconocer como iluminista, apoyada en el ejercicio de la razón, la ciencia, la técnica y el convencimiento de un presente y un futuro que cree en el progreso, como resultado de un proceso histórico que se remonta a mediados del siglo XVIII con la Revolución Industrial y luego la Revolución Francesa, y que para lograr la mejor calidad urbana habitable, las ciudades se deben encaminar a interpretaciones racionales, modernas, objetivas, cuantificables y verificables, ideas todas cercanas al movimiento filosófico del empirismo inglés. Una segunda postura es aquella que identifica como romántica, que toma en cuenta la historia, la revaloración de las calidades habitables de las ciudades tradicionales, dándole un significativo reconocimiento además, a lo que tiene que ver con las consideraciones de los entornos naturales donde se ubican, lo referente a las relaciones directas y respetuosas entre ciudad y naturaleza. Este movimiento cercano a las ideas del suizo J.J. Rousseau (1712-1778). A lo largo de los relatos de 125 años de historia de las ciudades contemporáneas, García Vázquez va entremezclando valoraciones y conceptualizaciones de las ciudades que tienen que ver con una y otra posturas. Acompañando todo lo anterior, consideraciones de carácter político, particularmente  marxistas también están presentes.

Es interesante y enriquecedor que a lo largo del texto, para entender mejor las propuestas y realidades urbanas, se van haciendo valoraciones de las ciudades, incluyendo los puntos de vista que tienen que ver con filósofos, sociólogos, politólogos, psicólogos, geógrafos, antropólogos, historiadores e incluyendo desde luego las opiniones y propuestas proyectuales de arquitectos, urbanistas, diseñadores urbanos y de paisaje. El ordenamiento reflexivo secuencial de Metrópolis, Megalópolis y Metápolis, tiene que ver con las calidades y conceptos aplicados al planteamiento de las ciudades, pero está vinculado además, con la dimensión geográfica y la población de estas ciudades en un tiempo y lugar determinados. Las metrópolis llegando a poblaciones de alrededor de un millón de habitantes, las megalópolis hasta los diez millones y las metápolis con poblaciones mayores y extensiones territoriales que toman en cuenta consideraciones regionales.

En lo referente a las metrópolis (1882-1939) se plantea de inicio lo que tiene que ver con la producción industrial y su relación con el desarrollo de las ciudades, refiriéndose particularmente a los estudios y planteamientos sistemáticos de la economía, en voz de personajes como Frederick Winslow Taylor y Henry Ford, quienes fueron identificados con los movimientos del taylorismo y el fordismo, que impulsaron un desarrollo de la economía y la industria, apoyada en la razón, la ciencia y la sistematización de los procesos de producción y administración de productos. Se habla además de los planteamientos que identifican las ciudades contemporáneas, tomando en cuenta particularmente lo sucedido a partir de mediados del siglo XIX en la ciudad de Chicago, en los Estados Unidos de Norteamérica, como propuesta iluminista, ciudad ordenada regularmente en su tejido urbano, con una visión de progreso y futuro. Sobre Chicago diversos estudiosos de las ciudades, tomando en cuenta  sus realidades sociales, políticas, económicas y físicas, establecen diversos criterios de valoración, que irán sentando las bases de lo que serán los estudios urbanos futuros. En esta visión racional modernizadora se incluye también a la ciudad de París y bien se pueden sumar además otras como Barcelona y Londres. En las preocupaciones de los estudiosos y responsables del desarrollo de estas ciudades modernas, está presente en ese tiempo, la prioridad que tiene que ver con la higiene y la salud pública, asociadas a las calidades ordenadas de los espacios públicos y el funcionamiento de sus infraestructuras, particularmente lo relacionado con el uso del agua potable, el desalojo de las aguas residuales, las ventilaciones naturales y el correcto aprovechamiento de la luz natural.

En lo referente a los planteamientos de las ciudades modernas iluministas, se da un lugar particular a las propuestas del arquitecto suizo-francés Le Corbusier (1887-1965), que van a quedar documentadas en la llamada Carta de Atenas, en la que se proponen criterios de ordenamiento urbano, apoyados en la idea de una zonificación estricta de los usos del suelo, un tejido vial regular, cartesiano y ordenado, dando un lugar importante al uso del automóvil, además de impulsar una densidad construida alta, con edificios verticales aislados, procurando también una significativa cantidad de espacios verdes, peatonales. Criterios urbanos que Le Corbusier apenas pudo experimentar de manera limitada. La ciudad mas representativa de la aplicación de estas ideas sería Brasilia, proyecto del arquitecto franco brasileño  Lucio Costa (1902-1998), inaugurado en 1960.  Las ideas románticas quedan representadas en esta escala de las metrópolis, con las propuestas urbanas del arquitecto estadounidense Frank Lloyd Wrigth (1867-1959), como el Broadacre City de 1932, apoyadas en las ideas previas de la ciudad jardín, de Ebenezer Howard (1850-1928), urbanista británico.  Se habla de criterios cercanos al urbanismo rural, en donde la arquitectura moderna se entremezcla con la naturaleza. En este mismo tiempo están presentes las reflexiones de Camillo Sitte, arquitecto austriaco (1843-1903), que plantea la revaloración y reinterpretación de las ciudades tradicionales, pensando en sus calidades vivenciales y estéticas. Entre los pensadores urbanos que destaca García Vázquez, durante este período, particularmente le dedica atención a las críticas que sobre las ciudades modernas realiza Lewis Munford (1895-1990) sociólogo, historiador y filósofo estadounidense, quién haciendo serias críticas al modelo de las ciudades iluministas, termina apoyando las visiones románticas, particularmente pensando en Frank Lloyd Wrigth. Están presentes también en este período, las críticas marxistas sobre las ciudades iluministas, argumentando que son realidades espaciales que representan los intereses y controles sociales  del capitalismo monopolista, siendo necesario transformar las estructuras políticas y los procesos económicos, pensando en el bienestar colectivo.

En la escala de las megalópolis (1939-1979), en el trabajo de García Vázquez, se da cuenta del crecimiento territorial y poblacional de las ciudades y se plantean severas críticas relacionadas con las propuestas de las ciudades iluministas, particularmente en este tiempo se orientan hacia las ideas contenidas en la Carta de Atenas, argumentando su esquematismo urbano conceptual y de realidades construidas limitadas, que no corresponden con la  dinámica y complejidad de las sociedades en las ciudades, que se representan muy bien con la diversidad y mezcla de usos del suelo, así como en la riqueza de la vida colectiva en los barrios, como territorios urbanos particulares. Se ponen en tela de juicio también, las destrucciones y pérdidas de los tejidos urbanos históricos patrimoniales, dado el crecimiento de las ciudades modernas. En otro sentido se hace una severa crítica también, al urbanismo que desarrolla las áreas perimetrales de las ciudades, apoyados en criterios de la ciudad jardín, en lo que se conoce como suburbios, enjuiciando fuertemente su monotonía formal y espacial, sus limitados usos del suelo que no llegan a hacer ciudad verdaderamente, argumentando además, dado su crecimiento horizontal y extensivo, sus importantes costos de operación e infraestructuras, las sensibles afectaciones a la naturaleza y el uso excesivo del automóvil, que ya empieza a ser criticado, como el ideal de la movilidad social en el ámbito de las ciudades.

Entre los estudiosos de las megalópolis, en el texto que ahora comentamos, se pondrá especial atención a las reflexiones de Jane Jacobs (1916-2006), canadiense nacida en Estados Unidos de Norteamérica, divulgadora científica, teórica del urbanismo y activista social, quién realizó trabajos de reflexión sobre las ciudades modernas, a partir de analizar su realidad cotidiana, en el barrio neoyorkino donde vivía.  Nuevamente también están presentes, las criticas sociales de las realidades de las ciudades, con una visión neomarxista, a través de personajes importantes como Henri Lefebre (1901-1991) filósofo francés y algunos de los representantes de la Escuela de Fráncfort, como Max Horkheimer (1895-1973), Herbert Marcuse (1898-1979) y Theodor L. W. Adorno (1903-1969). En lo que tiene que ver con la revaloración de las ciudades tradicionales, García Vázquez se detiene a revisar los estudios de los arquitectos estadounidenses Colin Rowe (1920-1999) y Fred Koetter (1938-2017). Le dedica especial atención a los estudios de percepción urbana, realizados por el arquitecto y urbanista estadounidense Kevin Lynch (1918-1984) que quedaron documentados en su célebre libro La imagen de la ciudad. Están presentes en el texto también las propuestas conceptuales y construidas de grupos como el Team X con entre otros los arquitectos británicos Alison (1928-1993) y Peter Smithson (1923-2003) y sus propuestas orgánicas de los llamados cluster. Se incluye  el Archigram, con entre otros el también inglés Peter Cock (1936) y sus ideas de las ciudades futuristas orgánico tecnológicas con módulos intercambiables, a las que se suman los Metabolistas japoneses como Kenzo Tange (1913-2005) y Kiyonori Kikutake (1928-2011), con propuestas de edificios altamente tecnificados, pero dentro de criterios orgánicos, edificios entendidos como entes vivos, flexibles y reconfigurables. García Vázquez cierra este periodo de las megalópolis, reflexionando sobre la arquitectura participativa autoconstruida y la arquitectura sin arquitectos, teniendo presentes los trabajos del austriaco Bernard Rudofsky (1905-1988), con su célebre texto Arquitectura sin arquitectos, John Turner (1927) estadounidense y Christofher Alexander, (1936-2022)  británico-estadounidense nacido en Viena, con su sistema racional de patrones, para regular los planteamientos y realizaciones de proyectos tanto urbanos como arquitectónicos. Están presentes como constantes, en las reflexiones de los estudiosos de las ciudades en este período, las preocupaciones de lo que tiene que ver con las calidades habitables en las ciudades, la aplicación razonable de densidades construidas, los impactos ambientales de los crecimientos urbanos y se arrecian las críticas relacionadas con la preeminencia de los automóviles y la necesidad de contar con más espacios colectivos, preferentemente peatonales.

En el tiempo de las metápolis, que García Vázquez identifica a partir de la crisis del petróleo en el año 1973, se reconocen cambios radicales en la manera de entender el funcionamiento y la lógica operativa de las ciudades contemporáneas. Está presente el desarrollo impresionante y constante de la ciencia, sobre todo lo relacionado con la vertiginosa acumulación de información, sus sorprendentes medios de intercambio y comunicación y la realidad referida a la inteligencia artificial. Las ciudades han llegado a crecimientos en los cuales ahora se tienen que considerar valoraciones regionales y poblaciones que en sus interacciones rebasan en muchos casos los veinte o treinta millones de habitantes en una zona determinada. Crisis económicas, políticas y sociales acompañan desde aquellos años hasta nuestros días, de manera constante, el desarrollo de las ciudades.  Las urbes son ahora mas complejas, diversas, contradictorias, vertiginosas, angustiantes, policéntricas, acelerando desigualdades sociales, alejando para muchos los niveles deseados de bienestar, con la característica de la fragmentación en la realidad de todos los órdenes y la certeza de la no existencia de verdades absolutas. Ahora se considera todo relativo, provisional, temporal, perfeccionable en el mejor de los casos.

En este tiempo los centros históricos adquieren un nuevo impulso de la mano de grupos sociales calificados culturalmente, creativos, profesionales, desplazando a los habitantes originarios, pobres y de edad avanzada, en un proceso constante de gentrificación. Las multinacionales comienzan a ocupar las regiones periféricas de la ciudad, aprovechando las ventajas de las redes de comunicaciones, se vive y se trabaja a kilómetros de los centros urbanos, extendiendo el territorio de las ciudades, con nuevos criterios de lo que se conocen como suburbios, impactando de nueva cuenta los entornos naturales. Lo anterior plantea una crítica a lo mismo, proponiendo ideas conocidas como decrecentismo, asumiendo que el crecimiento infinito es incompatible con un planeta que dispone de recursos finitos. En sentido contrario, una parte de esta sociedad metapolitana reconoce García Vázquez,  plantea priorizar la sobriedad, la eficiencia y la cooperación, tratando de regular la producción y el consumo. Es el tiempo donde se impulsa el reciclaje, la reutilización y las preocupaciones que tienen que ver con el conjunto del medio ambiente. Se considera el desarrollo en una escala planetaria, en donde el ser humano forma parte del conjunto de los seres vivos, con la idea de regular las ideas antropocéntricas.

Se habla en el texto de los grandes desarrollos urbanos reconocidos como ciudades borde, ubicadas en la periferia de las ciudades originales. Al mismo tiempo, en estos desarrollos aparecen  preocupaciones que tienen que ver con la seguridad, creándose comunidades cerradas, que llegan a constituirse como lo que llaman archipiélagos carcelarios, con reglas sociales y funcionales propias, formando parte de lo que se llamará la cultura del miedo. En otro sentido, en el desarrollo vertiginoso de las ciudades, sobre todo en sus centros urbanos, proliferan los proyectos masivos, muy semejantes todos entre sí, hasta el punto de considerarse como no lugares, o lugares del anonimato, negando las tradiciones, las identidades y las historias, lugares abstractos, superficiales, donde se genera mucha de la vida social, como los centros comerciales, los aeropuertos, los hoteles o los lugares de diversión, en donde se muestra la fragmentación social y cultural de los ciudadanos y fuertes realidades de segregación comunitaria. La sociedad de consumo y las leyes del mercado descarnado, forman parte de una realidad compleja, cambiante, contradictoria, indeterminada, apoyada sobre todo en el pragmatismo. García Vázquez identifica a Robert Venturi, arquitecto estadounidense (1925-2018), como un crítico importante de esta realidad, particularmente con su obra Complejidad y contradicción en arquitectura (1966) y a Rem Koolhaas, (1944) holandés,  como el arquitecto que consciente de estas circunstancias, las va a estudiar, celebrando la superficialidad y el espectáculo de la sociedad de consumo e industrial. Sus reflexiones sobre Nueva York acuñan el término Manhattanismo y sus proyectos urbanos y arquitectónicos plantean reconocer, aceptar y explotar esta realidad. Otro concepto que se estudia en este trabajo es el denominado ciudades genéricas, en donde con interpretaciones pragmáticas se desarrollan proyectos arquitectónicos y urbanos de gran escala, ejecutados en cortos plazos de tiempo para alojar a multitudes de personas, como lo que sucede en distintos lugares de China, creándose entornos urbanos previsibles, sistematizados y repetibles, sin identidad, sin historia, resultando espacios urbanos y arquitectónicos angustiantes e inhumanos.

Todo lo anterior vuelve a traer a las discusiones las ideas de establecer límites de crecimiento, pensando en el agotamiento de los recursos del planeta, planteando como idea fundamental, que se debe impulsar un desarrollo sostenible, que satisfaga las necesidades del presente, sin comprometer las necesidades de las generaciones futuras. Y vuelven a aparecer en el texto, ahora de la mano del arquitecto nacido en Luxemburgo  León Krier (1946) las revaloraciones de las ciudades tradicionales, como una alternativa viable de desarrollo, lo que se conocerá como el New Urbanism, pensando también en criterios sostenibles. Se propone realizar diseños urbanos con base en densidades medias, tejidos orgánicos, con edificios de entre 5 y 7 pisos, privilegiando los espacios públicos, calles definidas por sus paramentos y alturas regulares, plazas, jardines, con mezclas ricas de usos del suelo. Se entiende como el modelo de las ciudades centroeuropeas, que en paralelo a su vez, en el transcurso del mismo texto  recibe críticas, por la idea de imposición de los modelos del hombre blanco, centroeuropeo y capitalista. En este sentido se plantea como una opción viable, volver la mirada y revalorizar los estudios de las ciudades latinoamericanas, africanas y asiáticas, como alternativas importantes para ser consideradas. Tenemos que decir, que al recorrer el texto que ahora nos ocupa, nos enfrentamos al conocimiento del conjunto histórico de muchas ideas y realidades de las ciudades, que necesitamos pensar serenamente, para poder decidir nuestras acciones de futuro.

El trabajo realizado por Carlos García Vázquez en Teorías e historia de la ciudad contemporánea, que aquí se expone de manera esquemática, es interesante, claro, bien documentado y vale la pena leerlo con detenimiento y más ahora que en los tiempos actuales, se están planteando los posibles escenarios de lo que deberían ser las ciudades en la actualidad y en el futuro inmediato, ahora afectadas desde hace poco mas de tres años por una pandemia, relacionada con el COVID 19 y que parece que no nos dejará al menos por algún tiempo. Y como al principio de las ciudades contemporáneas, las cuestiones de higiene y salud pública afectan las relaciones  sociales y vuelven a estar presentes en el centro de las reflexiones urbanas. Necesitamos variedades de espacios urbanos y arquitectónicos bien ventilados e iluminados, con combinaciones  adecuadas de lugares verdes, regular el crecimiento geográfico y poblacional  de las ciudades, procurando mezclas razonables de densidades, acercándonos lo mejor posible a las densidades medias, en donde la convivencia social se pueda desarrollar de la manera mas amable posible, pensando sobre todo en la diversidad de plazas y jardines, en cantidades suficientes, que establezcan relaciones armónicas entre ciudades y el medio ambiente natural. Insistiendo en arquitecturas de escalas amables, contando con espacios flexibles, reconfigurables, también bien ventilados e iluminados con luz natural, en donde terrazas y balcones en la medida de lo posible formen parte de los edificios. Al final del camino, vale la pena insistir, para visualizar razonablemente las alternativas de desarrollo del presente y futuro de nuestras ciudades, necesitamos acercarnos al conocimiento cuidadoso y a la reflexión de estudios serios, que tienen que ver con  la historia urbana.

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Columnista invitado

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