Por Carmen Contreras.*
Los Puntos de Innovación, Libertad, Arte, Educación y Saberes (PILARES) constituyen un programa del gobierno de la CDMX que “busca garantizar el derecho a la educación gratuita, laica, incluyente, diversa y erradicar el rezago educativo, particularmente de las niñas, niños, adolescentes y jóvenes.” También ofrece valorar la educación “no formal” con “actividades de formación continua que involucran a distintos agentes educativos y adaptadas a las necesidades y demandas de las comunidades.” (sic).
Se escucha bien retomar un modelo que ha sido efectivo en otras ciudades latinoamericanas y que fue adoptado en alcaldías de la Ciudad de México para implementar los primeros “cibercentros”, en instalaciones comunitarias hace 10 años y en estaciones del Metro hace 13. Pero los PILARES tienen objetivos más ambiciosos que ofrecer internet y apoyo gratuito para tareas escolares en espacios cerrados.
La inclusión educativa en los PILARES utiliza el recurrente discurso de “reestablecer el tejido social” en las colonias y barrios con escasa cobertura de servicios culturales a través de actividades recreativas como punto de encuentro en donde se aprenda a convivir en paz.
Los PILARES nacieron dependiendo de la Secretaría de Cultura local. Después de la opacidad en el reclutamiento de sus educadores y talleristas, así como falta de recursos para sus becas, pasaron a depender de la Secretaría de Educación, Ciencia y Tecnología de la CDMX. A diferencia del personal que trabaja en los centros comunitarios y casas de cultura de las alcaldías que están en una nómina o bajo contratos eventuales de prestación de servicios, los educadores de los PILARES reciben una “ayuda” económica bajo el concepto de “beca”.
La cobertura de los PILARES incluye 25 proyectos encargados a despachos de arquitectos de manera directa como “donación” y con una inversión de 264 millones de pesos. Estos proyectos están en alcaldías con una buena cobertura de servicios educativos y culturales como son Cuauhtémoc, Álvaro Obregón, Coyoacán y Azcapotzalco (en donde hay una de las casas de cultura más emblemáticas de la CDMX). Otros en Iztapalapa, Tláhuac y Xochimilco.
La realidad
Vivo en una de las alcaldías mejor dotadas de servicios educativos, deportivos y culturales públicos. 30 casas de cultura y centros comunitarios, la Alberca Olímpica, el Gimnasio Juan de la Barrera, sede del equipo Capitanes (filial de la NBA), el Deportivo Joaquín Capilla, entre otros. También es la que tiene el índice educativo más alto del país (0.913). Aquí se establecieron 3 PILARES.
Acudí a uno de ellos después de una “invitación” para inscribirme como usuaria. Recibí esta invitación porque me incluyeron sin avisarme en un grupo de Whats App del enlace de participación ciudadana de la Secretaría de Gobierno al acudir a una asamblea sobre … parquímetros.
Antes de ir al PILARES “que me corresponde por domicilio” me registré en su sitio web. Con mi número de folio fui al parque en donde está el PILARES Valentín Gómez Farías para inscribirme al curso que me interesó, anunciado en su página de internet como “Producción audiovisual” para “aprender a hacer Podcasts”.
Desilusión 1: En la entrada se anunciaban los talleres y cursos disponibles que no coincidían con la información de la página web. Pero no hay que desistir a la primera incongruencia gubernamental. Así que a la persona de vigilancia le pedí que me indicara quién podría orientarme. Desilusión 2: “¿Información? Solamente con los maestros y no ha llegado ninguno. De hecho casi no vienen. Pero déjeme ver, le llamo por teléfono a alguno a ver si puede venir”. Desilusión 3: Al regresar a casa, fuera del chat de participación ciudadana del gobierno, una persona me invitó a afiliarme al partido hegemónico en la ciudad para apoyar a su jefa, una Directora de Participación Ciudadana. Fin de la anécdota.
Elefantes blancos
Los PILARES son un medio para subordinar las experiencias de organización comunitaria en las alcaldías. Me refiero a las experiencias formales como las que hay en casas de cultura, deportivos y centros comunitarios y a las no formales, es decir, las que organizan las personas en sus colonias con sus redes de colaboración vecinales, con ONGs o genéricas, por ejemplo, las mujeres que se coordinan para hacer paseos peatonales o ciclistas y sentirse seguras.
La ubicación de los PILARES indica que no están planificados pensando en abrir opciones educativas extra curriculares en donde más se necesitan. Pensemos no solo en el índice de cobertura de servicios culturales y educativos por alcaldía. Hay otras variables a considerar como las edades de la población, la seguridad pública, la movilidad accesible para llegar a los puntos de reunión, culturales o recreativos y a la disponibilidad de espacios abiertos con valor ambiental. Ahí está la clave para pensar en potenciar espacios abiertos y cerrados ya existentes para su mejor aprovechamiento, en lugar de construir más instalaciones cerradas y sub-utilizadas.
*Directora de Perspectiva de IG y Consultora en Desarrollo Urbano con Perspectiva de Género
@Utopia_Urbana
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Columnista invitado
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