Por Carmen Contreras.*
El Sistema de Aguas de la Ciudad de México recibe el 15% del presupuesto público de la capital dentro de su programa de egresos. De este presupuesto, de acuerdo a la clasificación funcional del gasto, el 50% se destina a la “ordenación de aguas residuales y alcantarillado.” En el último trimestre de este año, el sistema de atención ciudadana “Locatel” recibió 1,464 solicitudes relacionadas con el funcionamiento del drenaje. De acuerdo a los datos de la Agencia Digital, la colonia Centro de la Alcaldía Cuauhtémoc es la que más reportes de este tipo generó en dicho periodo, sumando 57.
Por el formato en el que se presentan los datos de la Agencia Digital no podemos saber si estas solicitudes corresponden a la reposición de tapas de coladeras de drenaje pluvial con placas o rejillas (las rejillas también son peligrosas al caminar), ya que varios de estos reportes se realizan directamente en oficinas de las alcaldías y en el propio Sistema de Aguas. Esta última dependencia tampoco cuenta con registros de gestión actualizados sobre su programa operativo, a pesar de estar obligada a tener dicha información en su portal de Internet, conforme a la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública.
Nos corresponde como ciudadanas y ciudadanos reportar estos desperfectos en la ciudad que pueden derivar en tragedias como la muerte de las dos jóvenes que cayeron a uno de estos colectores de aguas negras por no contar con una tapa. Ocurrió cuando iban al concierto del grupo Zoé. Un evento que debió ser de disfrute y regocijo.
El camino para llegar a pie desde el transporte público a un concierto al Palacio de los Deportes, -cuyo aforo es de 20 mil espectadores-, está lleno de trampas mortales en donde las coladeras sin tapas son una de tantas. El pago del 8% de la taquilla vendida que las empresas organizadoras realizan al gobierno de la ciudad, pasa a una bolsa común que no sabemos si se aplica en medidas para garantizar la seguridad de las personas que asisten a estos eventos.
Tampoco existe transparencia sobre cómo se calculan los aforos peatonales y las condiciones para caminar, tanto al Palacio de los Deportes, como al Autódromo Hermanos Rodríguez cuyo aforo es de 65 mil personas en gradas, pistas y explanadas. Cuando en ambos recintos se realizan eventos al mismo tiempo, lo que se nota en medios de comunicación es el caos vial, es decir, las molestias para quienes llegan a ellos en automóvil. ¿Quién podría imaginarlo? La ciudad del auto y para el auto.
Desde la perspectiva del peatón y de quienes llegamos en transporte público no hay información sobre las inversiones en infraestructura que facilite un caminar seguro antes y después de los eventos masivos. El funcionamiento correcto del alumbrado público, los pasos peatonales, las obstrucciones en los caminos desde los recintos hasta las paradas de autobuses y estaciones del Metro por la venta de playeras y souvenirs que se desborda bajo la protección de los alcaldes, son focos rojos de una alerta que deberían atender de manera coordinada varias dependencias gubernamentales con las alcaldías Iztacalco y Venustiano Carranza.
Y no es para menos: ese 8% de impuesto local que pagan quienes organizan eventos está basado en costos de entradas a conciertos o eventos deportivos similares a los que se realizan en ciudades de Estados Unidos. Pero aquellos se organizan en un entorno muy distinto de seguridad peatonal, operación vial, acceso a personas con alguna discapacidad y horarios en los que el transporte público está disponible.
Si nos vamos más lejos, la gestión del espacio público en los grandes eventos que aloja nuestra Ciudad de México está relacionada con la ubicación de estos recintos a los que en su momento se opusieron los habitantes de algunas colonias aledañas. Sucedió en el contexto de la consulta ciudadana para los entonces programas de desarrollo urbano delegacionales de 1997.
Hoy se considera que sin la transformación del Palacio de los Deportes y el Autódromo Hermanos Rodríguez, la Ciudad de México no sería de gran atractivo turístico por eventos como la Fórmula 1, el Corona Capital y muchos conciertos de grandes personalidades. Sin embargo, sigue pendiente la resolución de los problemas urbanos que esta proyección turística genera para que sea efectiva su derrama de ingresos en la calidad de vida de la población visitante y residente.
La distribución espacial de esta derrama de ingresos por los espectáculos masivos está fragmentada, es desigual para automovilistas, para peatones y para usuarios del transporte público a pesar de que pagamos los mismos boletajes. Esto nos habla de una responsabilidad pública que no se cumple, que obstaculiza y niega el derecho a disfrutar de la ciudad. Es cierto que a nosotros nos toca preocuparnos para reportar los desperfectos en el trayecto al Palacio de los Deportes y al Autódromo Hermanos Rodríguez, pero la autoridad nos falla en las respuestas operativas a niveles inconcebibles. Lamentablemente el tema se vuelve importante para las alcaldías y para el gobierno de la Ciudad de México desde las tragedias, la calificación política y la búsqueda del poder.
*Directora de Perspectiva de IG y
Consultora en Desarrollo Urbano con
Perspectiva de Género
@Utopia_Urbana
La entrada Una tapa, una coladera, una tragedia se publicó primero en Centro Urbano .
Columnista invitado
No hay comentarios:
Publicar un comentario