Por Jimena Peña Uribe*
La constante necesidad de transformarnos y adaptarnos a nuestro entorno es lo que hace de la arquitectura una de las disciplinas más complejas y hermosas, pues es, junto con el diseño urbano, un instrumento fundamental para la creación de identidad social y política. Es por ello que cada época arquitectónica refleja nuestras formas de convivencia y, desde hace unos 100 años, vivimos bajo la influencia de la Bauhaus, donde la forma busca estar sujeta a la función.
En este sentido, ante la velocidad con la que se mueve la sociedad actual, parecería que pide a gritos una nueva transformación arquitectónica donde la inclusión forme parte de la vida social y laboral, sin importar el género y la identidad; y ya que la arquitectura es la disciplina que se ocupa de la transformación física, vale la pena investigar el cuerpo y su significado desde la perspectiva queer para tratar de redefinir, en paralelo, la manera de habilitar un entorno social inclusivo.
Empecemos por esto: queer se origina de la palabra alemana “quer” que significa transverso; originalmente, se utilizaba de forma ofensiva en contra de la comunidad LGBTQ+, que incluye, básicamente, a toda persona que no se identifique como heterosexual o cis-género. Hace ya mucho tiempo que luchan arduamente en contra de los estándares sociales impuestos, desde el lenguaje (nombrar y clasificar es parte de la batalla queer), hasta redefinir la relación social y corporal.
Así pues, ¿qué significaría para el espacio corporal y la corporeidad, que sustituyéramos el cuerpo cartesiano de Le Corbusier, entero y cerrado, por otro más fluido y dinámico?, ¿qué términos se han introducido para describir espacios corporales alternativos que puedan insertarse en otros discursos disciplinarios?, ¿qué consecuencias tiene para el diseño la tesis de que el espacio corporal no es un contenedor?
En un contexto arquitectónico, tendríamos que empezar por considerar la transición como una transformación «material», entendida como «el proceso que sigue una persona para desarrollar y asumir una expresión de género que coincida con su identidad de género». Según las Normas de Atención a la Salud de las Personas Transexuales, Transgénero y de Género No Conforme, este proceso puede (o no) implicar alteraciones del comportamiento (p.ej., cambios en la expresión y el rol de género), alteraciones externas (p.ej., cirugía) y alteraciones internas (p.ej., terapia hormonal). Tal como sugiere la teórica de género, Eva Hayward, podríamos empezar por reconocer que la transexualidad es algo más que el género/sexo, sino que puede tratarse «del potencial profuso del cambio corporal».
Es así como, las personas transgénero nos demuestran que el cuerpo y el espacio no es algo estático y definido, sino algo completamente fluido, que puede sufrir cambios internos, externos y alterar así la forma de expresión espacial y corporal.
Athina Angelopoulou hace referencia al tema en su ensayo “A Surgery Issue: Cutting through the Architectural Fabric”, donde compara cirugías plásticas con los cortes de Gordon Matta Clark en edificios abandonados. ¿Qué pasaría si percibiéramos a los edificios y formas arquitectónicas de manera en la que percibimos el cuerpo humano?
En la cirugía se utilizan las líneas de Langer como esquema quirúrgico, sirve como un mapa corporal para llevar con más precisión los cortes que se inducen. Dependiendo de la profundidad del corte, de la largueza y del lugar, el cuerpo sanará de diferentes maneras: habrá cicatrices más profundas que otras, la piel y su textura se modificará para volverse más dura en algunas ocasiones, etc. De la misma forma, en la arquitectura se pueden inducir cortes en edificios preexistentes para cambiar su identidad, claro que para eso se necesita saber en dónde y cómo cortar, pues al igual que el cuerpo humano, un corte mal hecho puede significar el final de un edificio.
Athina Angelopoulou va más allá de hacer cortes en edificios preexistentes para proponer un nuevo programa de diseño llamado SCARchiCAD, el cual requiere de un entendimiento básico sobre la estructura de la piel humana, pues a diferencia de otros programas de diseño aquí se empieza con un volumen predeterminado. Este volumen responde a diferentes herramientas de forma parecida a la piel humana y cambia y se adapta dependiendo de los cortes que se induzcan (o de cualquier otra herramienta que se utilice). Casi como cirujanos, la intención es acercar a los arquitectos a la fluidez del cuerpo humano, para dejar así de diseñar a partir de una única medida corporal.
Así como Athina, hay muchos otros que están buscando revolucionar la arquitectura, empezando por las herramientas que utilizamos nosotros, los arquitectos, para diseñar, pues son estas mismas las que acaban predeterminando nuestros proyectos. Mi intención es acercar a mis lectores al tema e incitarlos a cuestionar por su cuenta la manera en la que percibimos y hacemos arquitectura. ¿Y tu, que opinas sobre el tema?
*Jimena Peña Uribe
Estudiante de Arquitectura
Jimena es estudiante de arquitectura en el Karlsruher Institute für Technologie en Alemania. Le apasiona comprender y analizar la forma en que los seres humanos ocupamos nuestro entorno, la forma en la que éste evoluciona y los pilares que sostienen la vida pública, pero le preocupa la falta de equilibrio con el medio ambiente. A través del urbanismo y la sustentabilidad busca construir un mejor futuro para todos.
La entrada Arquitectura queer se publicó primero en Centro Urbano .
Columnista invitado
No hay comentarios:
Publicar un comentario