Por Carmen Contreras*
En los días posteriores a la pandemia decidí entrar al proceso de elección para ser parte de las Comisiones de Participación Comunitaria en la Ciudad de México, mejor conocidas como COPACO. La Ley de Participación Ciudadana de la Ciudad de México en su artículo 7 perfila a estas comisiones como una figura de participación vecinal y de representación ciudadana. La Constitución local, en sus artículos 53 y 83, señala que en cada colonia estas comisiones se integran por 9 personas elegidas por voto libre y secreto para desempeñar un cargo honorífico durante tres años.
En resumen, las funciones de las COPACO son: Representar y consultar los intereses vecinales. Conocer, analizar y promover soluciones a las demandas ciudadanas. Elaborar, y proponer programas y proyectos de desarrollo comunitario para ser propuestos y aprobados en Asamblea Ciudadana. Conocer, evaluar y opinar sobre programas y servicios públicos. Intercambiar experiencias y elaborar propuestas de trabajo entre varias comisiones de participación comunitaria. Informar a la ciudadanía y al Instituto Electoral de la Ciudad de México sobre reuniones, acuerdos y documentación relacionados con la misma COPACO.
A pesar de ser un mecanismo muy abierto de participación ciudadana en la CDMX y de constituir la figura de organización vecinal más cercana a los problemas cotidianos de convivencia en las colonias, las COPACO son infravaloradas por las y los capitalinos, incluso por aquellos que viven en alcaldías en las que se esperaría un mayor interés por los asuntos públicos debido a la capacidad que tienen sus comunidades politizadas: micro-empresarios, clubes, cámaras comerciales, colegios de profesionistas, agricultores, comerciantes. Estos actores políticos son buenos para identificar problemáticas como la construcción ilegal, la escasez de agua, el deterioro del arbolado, los conflictos en el espacio público y la inseguridad pero no utilizan mucho las figuras electorales de representación ciudadana. Prefieren los partidos.
En la pasada elección de las COPACO, solo participó el 5.7% de las personas registradas en el padrón electoral de la CDMX. Un total de 387,917 votos fueron presenciales y 14,500 a través del Sistema Electrónico de Votación que implementa el Instituto Electoral de la CDMX por medio de una aplicación que se instala en los teléfonos móviles. Es decir, quedó en pocas manos la representación vecinal en tiempos en los cuales se dio una gran movilización en defensa de las instituciones electorales en todo el país y de las facilidades para votar de manera virtual en la CDMX, la más conectada a nivel nacional. Un dato interesante es que este año participamos 6 mujeres por cada 10 personas en dicha contienda.
Pero el menosprecio por las COPACO no solo se debe a la apatía. Tiene mucho que ver el pasado histórico de estas figuras desde las antiguas “jefaturas de manzana”, pasando por los Comités Ciudadanos y Consejos del Pueblo que desaparecieron con las reformas a la Ley de Participación Ciudadana de la CDMX en el 2019.
La evolución de las hoy COPACO está asociada a la historia de los partidos políticos y a sus re-configuraciones de poder en los trayectos hacia cada elección de la Jefatura de Gobierno y de las diputaciones. En dichos trayectos la mayoría de las postulaciones para las COPACO son promovidas por los partidos políticos o por funcionarios de las alcaldías. Cuando esto sucede, las funciones originales de las COPACO se diluyen y solo replican la información seleccionada por autoridades gubernamentales y legislativas. Dicha información se dirige a promover personas asociadas a programas públicos, cuyos recursos llegan a la población con mayor cercanía a los políticos.
¿Por qué decidí participar en la COPACO? Porque considero que vivimos hoy una transición desde la cual es más claro ver el costo social de la apatía y de no involucrarnos en la toma de decisiones, empezando por nuestro entorno. Por dar un ejemplo me refiero a las consultas para la formulación del Programa General de Desarrollo y del Programa de Ordenamiento Territorial de la Ciudad de México. La información de este proceso fue escasa y parte del desastre de no contar hoy con estos instrumentos de planeación se lo debemos a la falta de involucramiento vecinal con conocimiento previo a las consultas. Nadie nos informó pero tampoco nos dimos a la tarea de buscar. Los vacíos de información generan especulaciones que, en tiempos de comunicación acelerada, se traducen en oposiciones a todo proyecto sin un análisis técnico y discusión de sus ventajas o desventajas.
Un motivo más para mi es el pobre desempeño legislativo en el Congreso de la CDMX ante los problemas apremiantes en las colonias. La Ley Orgánica del Congreso de la Ciudad de México, en su artículo 13 establece la obligación de las y los legisladores de “elaborar un sistema de evaluación de resultados de su trabajo legislativo, así como su impacto en la sociedad.” Esto se lleva a la práctica en formatos de informes de actividades que llenan explanadas o auditorios. Estos informes son para verse al lado de un posible candidato o candidata que saltará de un cargo a otro, pero del impacto cuantitativo y cualitativo de cada proyecto de reforma de ley sabemos poco.
Las COPACO pueden ser una fuente de información sobre cómo impactan las normas en la vida barrial y exigir un trabajo legislativo más eficiente. Por ejemplo: La colocación de enseres de restaurantes en la calle podría normarse de manera integral a partir las experiencias negativas y positivas de la pandemia. El pulso vecinal es útil para orientar una reforma bajo el esquema ganar-ganar que permita darle vida a los barrios a través de los negocios locales sin perjudicar el derecho al descanso y a la movilidad segura.
Por último, decidí participar e infiltrarme como en “Misión Imposible” en las COPACO después de que he estado confinada en mi propia actividad profesional porque creo que es necesario y vale la pena darse el tiempo para romper el monopolio de la representación que recae en los vecinos de siempre y dar pie a la diversidad de posturas y perspectivas. Es un ejercicio de formación ciudadana que si se practica de manera amplia llegaría a formar nuevas opciones políticas en el futuro urbano de la CDMX.
*Carmen Contreras
Directora de Perspectivas de IG y Consultora en Desarrollo Urbano con
Perspectiva de Género
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Columnista invitado
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