Por Bibiana María Guerra De Los Ríos*
Hasta el año pasado mi noción de feminismo era muy restringida. Sin embargo, debido al auge que el concepto ha tenido últimamente, he aprendido sobre este tema tan amplio que involucra todos los sectores. No niego que me gustaría ver más igualdad entre hombres y mujeres, en especial, en el tema laboral y salarial, pero tampoco niego que me gusta la caballerosidad y atención de los hombres, digamos, al abrir una puerta o ceder una silla. Mi 2021 inició con la lectura del libro “La ciudad feminista”, que intenta mostrar cómo las ciudades han sido diseñadas por y para el género masculino. Si el feminismo urbano es mejorar las condiciones de la ciudad para que todos vivamos mejor entonces me uno a ello.
Leslie Kern, autora del libro, asegura que fue hasta quedar embarazada cuando se dio cuenta de la magnitud de las barreras físicas que presentan las ciudades. En primer lugar, la inseguridad y la violencia urbana son más latentes para las mujeres que para los hombres. No todas las estaciones de metro tienen ascensor y cuando hay nieve en las calles es imposible transitar con un coche y un bebé. Por su parte, el transporte público y las viviendas están construidos para un ser humano particularmente hombre, blanco, de clase media y heterosexual. En este sentido, la ciudad de hoy no es de fácil acceso para las minorías, discapacitados, mujeres separadas, familias poliamorosas, parejas del mismo sexo, niños o personas pobres y de color. Todas esas condiciones vulneran los derechos y dificultan las condiciones de vida en las ciudades, aún más teniendo en cuenta que la planificación urbana ha sido dirigida con un enfoque masculino que poco reconoce la diversidad.
A pesar de lo anterior, hay casos exitosos que llaman la atención por su enfoque de género en la planeación urbana. En Viena se están construyendo proyectos residenciales con guarderías para niños, servicios de salud y facilidades para acceder al transporte público. En Estocolmo se está priorizando la limpieza y remoción de nieve en los barrios residenciales y zonas escolares y no en los centros financieros por donde normalmente se inicia. En Seúl se busca facilitar los viajes de las mujeres mediante “pavimentos amigables” con los tacones y parqueaderos rosados exclusivos para ellas. En otras urbes como Ciudad de México, hay vagones de metro y buses especiales para las mujeres.
En Colombia, un gran paso fue haber escogido a la primera mujer lesbiana como la alcaldesa de la capital. En la misma línea, el Plan de Ordenamiento Territorial de Bogotá tiene entre sus ejes el sector del cuidado, priorizando a las mujeres y a quienes se dedican a cuidar de otras personas con poca o nula remuneración. “Bogotá Cuidadora” es un avance para reconocer el rol de la mujer en la sociedad, a la que se le suma la estrategia de construir una ciudad de manzanas y barrios para acercar la oferta de bienes y servicios a los habitantes.
Las ciudades de hoy son excluyentes y machistas, por eso los tomadores de decisiones y los planificadores tenemos la tarea de construir ciudades pensando en las múltiples formas que presenta el ser humano hoy en día. Si diseñamos y construimos para niños y minorías, estamos favoreciendo al resto, incluso a la típica familia heterosexual que ha sido el centro de la planificación urbana. Una ciudad feminista no es más que un espacio donde las barreras físicas y sociales se desintegran para acomodar y darle la bienvenida a la diversidad, es un lugar que humaniza espacios.
Bibiana María Guerra De Los Ríos
Twitter: @BibianaMaGuerra
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Columnista invitado
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