viernes, 21 de octubre de 2022

Redistribución de los cuidados en la ciudad

Por Carmen Contreras*

La política urbana en la Ciudad de México ha cambiado en este siglo desde una concepción patriarcal de la separación de lo público y lo privado, hasta el reconocimiento del “Derecho a la Ciudad”. El urbanismo feminista fue la primera escuela de pensamiento teórico-crítico que usó la categoría llamada “patriarcado” y la “perspectiva de género” como instrumentos para analizar  los fenómenos urbanos, así como sus repercusiones diferenciadas entre mujeres y hombres. Además las arquitectas, juristas, economistas, antropólogas, geógrafas y sociólogas urbanas hemos observado que las diferencias de género, de sexo, de edad, de origen étnico y de clase social determinan en gran medida el acceso a los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales en las ciudades.

 

De igual forma, el activismo feminista, -que en la Ciudad de México tiene una larga carrera pasando por las sufragistas y el Movimiento Urbano Popular-, ha generado conocimientos para las resistencias y supervivencias ante problemas como la reconstrucción de la vivienda después de los sismos de 1985 y 2017, las inundaciones, la extinción de la región lacustre, la violencia contra las mujeres y niñas en sus hogares, espacios públicos y en el transporte metropolitano; las altas rentas, los desalojos o los megaproyectos que se construyen al margen de la Ley.

 

En un tiempo más reciente, este activismo feminista que combina saberes, profesiones, militancias, experiencias locales y globales está poniendo como tema prioritario en la Agenda Urbana los cuidados como trabajo, como derecho y como objeto de las políticas públicas. Para nosotras las feministas y para las “pensadoras urbanas”, los cuidados no son un tema nuevo porque lo vivimos en las jornadas extenuantes en la vivienda, en los espacios laborales, sumando los desplazamientos de un extremo a otro de la ciudad.

 

También hemos hablado de los cuidados en la esfera pública, en las cumbres de ONU Hábitat, en la academia o en los círculos de participación política desde finales de la década de los 90 cuando autoras latinoamericanas como Teresita de Barbieri (q.e.p.d.), Orlandina de Oliveira, Alejandra Massolo, Vania Salles (q.e.p.d.), María De la Paz López, Ana Falú, Alicia Ziccardi, Martha Schteingart, Karina Batthyány, Magdalena García nos legaron sus estudios de la “generización de los cuidados”, es decir, que estos están a cargo de nosotras solo por ser mujeres.

Texto y fotografías: Carmen Contreras @Utopia_Urbana

Pero ahora es diferente. Hoy vivimos una crisis inédita de los cuidados en la Ciudad de México.

 

La crisis de los cuidados se agravó con la pandemia en la Ciudad de México, cuya densidad poblacional es de 6,163.3 habitantes por kilómetro cuadrado. Ha quedado en evidencia que la proximidad y el acceso a servicios, infraestructura y equipamientos para los cuidados son desiguales, dispersos e inaccesibles para la mayoría de la población.

 

En México el valor monetario de los cuidados de salud brindados en el hogar equivale al 85.5% del valor de los servicios hospitalarios y las mujeres aportamos con nuestro trabajo un 72.2% de ese valor que no está registrado en el PIB. Durante la pandemia la atención de la salud se trasladó a los hogares, lo que aumentó la presión sobre el tiempo destinado a cuidar de personas enfermas, tanto de COVID-19 como de otros padecimientos. Gracias al Consejo Nacional de Evaluación sabemos que 10 millones de personas dejaron de asistir a los servicios públicos de salud y se dirigieron a los pequeños consultorios aledaños a farmacias que venden medicamentos genéricos. ¿Por qué? Porque ofrecen consultas de atención básica a precios accesibles, pero también porque están cerca de casa. En la Ciudad de México una encuentra hasta tres tipos de estos consultorios a los que se puede llegar a pie. Ante el deterioro de los servicios públicos, su alta burocratización, la escasez de medicamentos y su extensa demanda por la pandemia, los hogares recurrieron al consultorio de la cuadra.

 

El acceso al agua también evidenció la crisis de los cuidados. En la capital hay un 13.5% de hogares en donde el agua no llega de manera continua. Esto sube a un 25.4% en urbanizaciones irregulares con infraestructura deficiente, es decir, en viviendas precarias, situadas en barrancas, márgenes de ríos o en zonas en donde el costo de tener una buen sistema de aguas se incrementa. ¿Qué sucede en esos hogares? Las mujeres dedican 5 y 12 horas más a la semana para realizar labores domésticas y de cuidados cuando no hay agua entubada en la vivienda, cuando debe almacenarse, racionarse, acarrearse. Estas horas se incrementan cuando las mujeres se encargan de la gestión del agua que se reparte en pipas.

Las mujeres que estudiamos la ciudad hemos puesto al trabajo doméstico remunerado como parte de la Agenda Urbana. De acuerdo a la Organización Internacional del Trabajo, 11.4% de las mujeres ocupadas en Latinoamérica son trabajadoras del hogar. Un 77.5% de ellas se encuentran en la informalidad, es decir, reciben un pago sin registro, sin seguridad social, sin pensiones para su futuro. ¿En dónde viven estas mujeres?

 

En el caso de la Ciudad de México, en las periferias urbanas. La mayor parte de ellas viven en el Estado de México y se trasladan todos los días en un transporte público que cada vez es mas costoso e inseguro. De acuerdo Encuesta Origen-Destino 2017, las trabajadoras del hogar forman parte de la población que invierte hasta 4 horas diarias en ir y venir de sus municipios a las alcaldías Miguel Hidalgo, Benito Juárez, Cuauhtémoc, Coyoacán y Álvaro Obregón, principalmente. ¿Quién cuida a las hijas e hijos o dependientes económicos de estas mujeres que invierten 4 horas diarias en llegar a su trabajo para proveer cuidados a una familia que no es la suya? La situación de las trabajadoras del hogar nos lleva a pensar en la inclusión de las ciudades desde la distribución de los servicios e infraestructuras para los cuidados que se siguen concentrando en las alcaldías de siempre y que no son accesibles para las familias de estas empleadas del hogar.

 

Durante la pandemia la desocupación de viviendas en renta en la Ciudad de México se incrementó un 35% debido a la caída de los ingresos. Cuando las rentas son inaccesibles y hay que llegar a la casa de familiares o amigos, los conflictos se incrementan, ya que no todo es un arreglo uniforme y equitativo entre las personas que ocupan una vivienda temporalmente. Una de las críticas del feminismo latinoamericano hacia la idealización de la familia como un refugio armónico, es que esta tiene una dimensión conflictiva que los discursos gubernamentales ocultan ante la falta de empleos dignos y vivienda asequible.  “Donde come uno, comen dos”. “Mi casa es tu casa”. Son frases mexicanas convenientes para que las instituciones suelten su responsabilidad de formular una política de vivienda y las familias resuelvan por sí mismas el desplazamiento y la desocupación.

 

En el caso del trabajo doméstico y de cuidados no remunerados, de acuerdo a datos del Instituto Mexicano para la Competitividad, las mujeres casadas aportan un 49% del valor económico de este trabajo en los hogares (6.4 billones de pesos anuales). Según la CEPAL, durante la pandemia (2020), las horas dedicadas a cuidar de manera directa e indirecta a los integrantes de una familia se incrementaron para las mujeres, de 22 a 42 horas semanales y llegan hasta 69 cuando se suman las horas del empleo fuera de casa.  Esto triplica las horas que los hombres reportaron dedicar al cuidado de otras personas.

 

Entre más dependientes de los cuidados hay, las mujeres dedicamos más horas de trabajo. En la Ciudad de México el número de personas que requieren cuidados es mayor en los hogares de las alcaldías Xochimilco, Tláhuac, Milpa Alta en las cuales el promedio de personas que requieren de cuidados por vivienda es de 5. También son estas alcaldías las de menor cobertura de servicios para la salud, la educación, la recreación y la atención de personas adultas mayores. Sobre el transporte que conecta a las colonias y barrios de estas alcaldías resalta el dominio de los microbuses, taxis y bicitaxis. La mayor parte de estos transportes opera de manera irregular e insegura para pasajeros y pasajeras vulnerables.

El tiempo es un recurso valioso en cualquier ciudad. Pero su disponibilidad es diferente para las mujeres que cuidan de otros. Paula Soto Villagrán ha estudiado el tiempo para los cuidados en los traslados, tanto en el transporte público de la Ciudad de México, como caminando. Ella ha  encontrado que la frecuencia de las caminatas hechas por mujeres es cuatro veces mayor que las de los hombres y están asociadas al acompañamiento de niñas, niños, adolescentes, personas adultas mayores o con alguna discapacidad. Por ejemplo, en una semana las madres de familia hacemos hasta 25 viajes para llevar a niños y niñas a las escuelas, mientras que los padres de familia realizan 9. ¿En qué tipo de movilidad urbana tendríamos que pensar para que este número de viajes sea parejo? ¿Qué tipo de distribución del trabajo hay en los hogares?

 

La crisis de los cuidados también se refleja en la violencia. La Ciudad de México es la segunda entidad con mayor prevalencia de violencia contra mujeres de 15 años o mas con un 76.2%. De los tipos de violencia, la que se da en el ámbito comunitario afecta a 2.5 millones de mujeres de la capital. Los lugares de agresión más frecuentes cuando nos referimos a violencia comunitaria son: la calle y parques (64.8 %); los autobuses y microbuses (13.2 %); los mercados, plazas, tianguis y centros comerciales (5.8 %). Todos estos espacios están relacionados con los cuidados y el trabajo doméstico.

 

Entre las mujeres que vivimos en la ciudad, hay unos grupos en condiciones mas vulnerables que otros. De acuerdo a la ENDIREH 2021, 14.6 % de las mujeres adultas mayores padeció algún incidente de violencia, 41.5 % de las mujeres con algún tipo de discapacidad experimentó violencia, 5.2 % de las mujeres de 15 años y mas percibió que los conflictos en su relación de pareja iniciaron o aumentaron durante la emergencia sanitaria y 8.5% reportó violencia en su familia por la pandemia.

 

La crisis de los cuidados también se explica desde la configuración de las ciudades, del territorio y desde el género. Para vincular ciudad, territorio y cuidados hay dos preguntas detonadoras: ¿Quiénes están fuera del mercado formal de trabajo y sus prestaciones para el futuro, del acceso a los servicios, infraestructuras y equipamientos para los cuidados? Y quienes tenemos acceso a estos, ¿qué calidad de servicios estamos recibiendo hoy?

 

También hay conceptos que pueden generar consensos sobre los cuidados y su relación con la ciudad y el territorio:

 

  • Son trabajo pagado o no, pero necesario para la reproducción de la vida. Alimentación, salud, educación, movilidad segura, recreación, vivienda asequible y adecuada, envejecimiento y muerte digna, dependen de los cuidados.
  • Son objeto de las políticas públicas y, por tanto, de los programas gubernamentales e instrumentos de planeación urbana.
  • Son una conducta ética para relacionarse en la familia, en la comunidad, en la sociedad para tener una ciudad “centrada en las personas y sus diversidades”.
  • Son un derecho que debe ser tutelado por el Estado. Toda persona tiene derecho a cuidar y ser cuidada en su ciclo de vida.

Son tareas de responsabilidad, compromiso y afecto en estructuras culturales en donde se cree que las mujeres somos “más aptas” para desempeñarlas, desde ideas muy arraigadas sobre la maternidad, el matrimonio, el enamoramiento, la abnegación, el amor incondicional, entre otras.

En la consulta pública para el diseño del Plan General de Desarrollo para la Ciudad de México el tema de los cuidados se aborda como una promesa incompleta de “lo que debe ser” nuestra ciudad, pero no menciona cómo cumplir dicha promesa. El Programa de Ordenamiento Territorial de la capital tampoco menciona que las zonificaciones, usos de suelo y áreas de servicios ambientales se relacionan con la cantidad, calidad y financiamiento de los servicios, equipamientos e infraestructuras para los cuidados. En ambos instrumentos de planeación, -los cuales regirán por 15 y 20 años el desarrollo urbano y territorial-, el Estado tiene el papel de distribuir dinero a algunos grupos sociales a través de programas diseñados sin perspectiva de género y sin reglas de operación que permitan evaluarlos. Mete en ese saco a las políticas de los cuidados y las considera “universales” sin relación con las particularidades socio-demográficas de las alcaldías. Sabemos que no es lo mismo cuidar en la periferia que en la centralidad.

 

Si bien el cuidado es un derecho con alcance universal, en la práctica los territorios, las densidades urbanas, la distribución de las plusvalías inmobiliarias, la conectividad con el transporte público, la infraestructura tecnológica, los servicios privados y públicos de calidad están distribuidos de manera desigual y eso seguirá impactando en la forma en que los hogares más pobres subsidian la parte que le corresponde al Estado para realizar la Utopía de una ciudad para el cuidado.

Tenemos muchas tareas que hacer.

La primera tarea es no tener miedo a aceptar que los cuidados en la ciudad es un tema político. Hay que entrar a la arena de los foros de discusión, de las alianzas empresariales, de los acuerdos ciudadanos, de partidos, de congresistas, de profesionistas y especialistas. Esto es indispensable para que los cuidados se coloquen en la Agenda Urbana. La que le tenga miedo al fuego, que no se meta a la cocina.

 

Lo segunda tarea es reconocer que los cuidados son un trabajo que subsidia el funcionamiento de la ciudad y cambiar la creencia de que solo las mujeres lo podemos hacer bien. Si logramos que otros actores se involucren, desde los hombres de la casa, hasta prestadores de buenos servicios de estancias infantiles, hogares para el adulto mayor, centros de salud cercanos, etc.; la falsa idea de que solo las mujeres cuidamos bien cambiará.  Las “manzanas de los cuidados” en Bogotá es un buen ejemplo.

 

La tercera tarea es aprovechar la coyuntura de la formulación del Plan General de Desarrollo y del Programa de Ordenamiento Territorial de la Ciudad de México para diseñar los mecanismos de aprovechamiento de plusvalías urbanas para la inversión en servicios, infraestructuras y equipamientos de cuidados. Por ejemplo: Una parte de los pagos de derechos de los desarrolladores inmobiliarios puede ser invertido en acciones de integración urbana que contemplen crear, mantener, renovar dichas infraestructuras y servicios. Por supuesto que la cartografía para conocer en dónde se están aplicando los recursos para los cuidados es indispensable.

 

La cuarta tarea consiste en definir de manera cuantitativa y cualitativa cuáles son esos servicios, infraestructuras y equipamientos para los cuidados a partir de los siguientes criterios: a) Cercanía a la vivienda o proximidad en el territorio. b) Accesibilidad financiera y espacial. c) Diversidad e inclusión. En estos criterios el tiempo debe considerarse como un recurso cuya distribución es desigual dentro y fuera del hogar. Una ciudad inteligente es aquella en donde la tecnología sirve para distribuir más equitativamente el tiempo de los cuidados y el tiempo del descanso.

 

El Sistema Nacional de Cuidados, – diseñado desde el Gobierno Federal y el Congreso de la Unión-, persigue integrar los esfuerzos públicos y privados para reconocer, redistribuir y revalorizar el trabajo de cuidados. Uno de sus objetivos es “proveer de más y mejores servicios de cuidados, accesibles dentro y fuera del hogar”. No obstante, sigue en construcción este objetivo y la ruta para su consecución ya que las diferencias regionales y territoriales del país deberán ser analizadas, así como las capacidades institucionales de los gobiernos, desde el municipio hasta la Federación. Por ahora sabemos que este Sistema Nacional no tiene recursos públicos etiquetados en el anteproyecto del presupuesto federal del 2023. No obstante, en la Ciudad de México seguimos buscando el ángulo adecuado para un tiro de gol que nos permita meter el tema a la Agenda Urbana.

Texto y fotografías: Carmen Contreras @Utopia_Urbana .

*Directora de Perspectiva de IG y
Consultora en Desarrollo Urbano con
Perspectiva de Género
@Utopia_Urbana

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Columnista invitado

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