El clima otoñal de Berlín, frío y de atardeceres tempranos, incita a resguardarse bajo los techos de un edificio bien aclimatado. No hace muchos días escogí como refugio temporal vespertino las paredes de un museo, el Foro Humboldt. Para los amantes de la arquitectura, este edificio resulta de excepcional interés pues fue construido sobre las ruinas de lo que algún día fue un monasterio, más adelante el Palacio Real de Berlín, antiguo símbolo de la monarquía alemana, luego, sede del Parlamento de la República de la extinta Alemania Oriental, el cual fue demolido para desarrollar el mayor centro cultural de la Alemania actual.
El proyecto del Foro Humboldt se lanzó en 1990, la reconstrucción comenzó en el 2013 y concluyó apenas en diciembre del 2020. Si bien el lugar es espectacular, aún más impresionantes son las exhibiciones que presenta, una visión ecléctica sobre el pasado y presente de culturas asiáticas, americanas y oceánicas que propicia un diálogo entre culturas y tiempos. La que más llamó mi atención fue la de las culturas oceánicas, un grupo de islas que comparadas con el vasto océano Pacífico parecen diminutas y aisladas.
En particular me asombró la Isla Henderson, una reserva marina protegida por la UNESCO que por su situación geográfica es un basurero internacional. Conocida como Isla de Basura o Continente de Plástico, es debido al giro oceánico del Pacifico Sur que grandes cantidades de plásticos se concentran en esta isla deshabitada que, a pesar de ello, suma la mayor densidad de plásticos por área en el planeta. ¡Es increíble pensar que, en poco más de medio siglo, estos productos se han infiltrado en los entornos terrestres y marinos de todos los rincones del mapa!
Hoy se estima que 8 millones de toneladas de plástico desembocan en el mar anualmente, suficiente para llenar cinco bolsas de supermercado por cada metro cuadrado de costa en el mundo. Para todos nosotros este gran problema pasa desapercibido gracias a las corrientes marítimas, de tal forma que la basura se concentra en lugares donde el turismo intencionalmente no ha sido desarrollado. Sin embargo, basta imaginar que cada metro cuadrado de la Isla Henderson, es decir más o menos el área de un camastro, se ve cubierta por al menos 670 piezas de plástico en la superficie y hasta 4500 enterradas.
La gran ironía es que a pesar de haber sido nombrada una “gema universal”, por albergar ecosistemas coralinos y áreas de reproducción importantísimas, la crisis que afecta a la Isla Henderson carece de cobertura internacional. Es triste leer la información que la UNESCO ofrece al respecto, pues se refiere a la Isla como “uno de los pocos atolones del mundo que ha conservado prácticamente intacto su ecosistema” y asegura que “la naturaleza inhóspita de la isla, junto con su lejanía e inaccesibilidad, ha garantizado hasta ahora su conservación”.
Desafortunadamente, la mayoría de este plástico proviene de industrias gigantes como la pesca, por lo que puede ser difícil pensar que como individuos tenemos influencia alguna sobre el problema. Sin embargo, tenemos el poder colectivo necesario para cambiarlo, pues son las mismas grandes corporaciones las que nos ocultan esta información y confunden nuestras acciones. Es necesario difundir la voz y confiar que nuestras pequeñas acciones pueden generar un cambio. La industria controla la demanda y es por eso mismo que no se nos informa lo necesario.
Como arquitecta, no puedo evitar pensar en las soluciones del mañana, pues la arquitectura es la ciencia que se encarga de la transformación del espacio y es la que será responsable, algún día, de construir el albergue de toda la basura que cada uno de nosotros genera. Sin embargo, poniendo en práctica el mecanismo de defensa natural al ser humano, ante la negación de los problemas que aquejan a nuestro mundo, son anuncios de concursos arquitectónicos de diseños habitacionales en Marte lo que me aparece en Facebook, en vez de concursos para solucionar el inmenso problema de los desechos plásticos del aquí y el ahora… ¿Cuándo será que los humanos aprenderemos a honrar nuestro entorno?
Isla Henderson
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Columnista invitado
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