Mathias Goeritz utilizaba el color, la forma y la textura para provocar emociones a través de sus creaciones, pues consideraba a la arquitectura como una obra de arte
Werner Mathias Goeritz Brunner, nacido en Danzig, Alemania el 4 de abril de 1915, fue un escultor, poeta, historiador del arte, arquitecto y pintor mexicano, de origen alemán, reconocido por ser el principal impulsor de la ‘arquitectura emocional’.
Realizó sus estudios en la Escuela de Artes y Oficios de Charlottenburg, Berlín, y obtuvo un doctorado en Filosofía e Historia del Arte en la Universidad Friedrich-Wilhelms. Posteriormente, abandonó su país natal para residir, por varios años, en distintas partes de Europa y el Norte de África; hasta que, en 1949, fue invitado como maestro a la Escuela de Arquitectura de Guadalajara por el entonces rector de la misma, Ignacio Díaz Morales, y tres años más tarde decidió establecerse permanentemente en la Ciudad de México.
En la capital mexicana fungió como docente en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y la Universidad Iberoamericana, y se encargó de la construcción de edificios y otros proyectos que, aun actualmente, forman parte del paisaje urbano.
En esta época realizó una de sus obras más destacadas, el Museo Experimental El Eco, inaugurado en 1953 y considerado una obra crucial en la historia del arte moderno de México.
Al año siguiente publicó el ‘Manifiesto de Arquitectura Emocional’, que detallaba el concepto que guiaba su obra, convirtiéndose en el principal precursor de esta nueva corriente arquitectónica, la cual plantea el modo en que percibimos los espacios que habitamos y las funciones que desarrollamos dentro de ellos.
Goeritz utilizaba el color, la forma y la textura para provocar emociones a través de sus creaciones, pues consideraba a la arquitectura como una obra de arte: “Sólo recibiendo de la arquitectura emociones, el hombre puede volver a considerarla como un arte”.
La arquitectura emocional conjuga elementos como el color, la iluminación y el uso del agua para generar ambientes y agudizar los sentidos de las personas. Además, en las obras pertenecientes a esta corriente, de acuerdo con arquitectos e historiadores del arte, existe la necesidad de un contenido simbólico que provoque al espectador emociones por medio de formas, espacios y volúmenes.
El arquitecto quiso relacionar su experimento con la arquitectura clásica de catedrales y mezquitas, edificaciones abiertas a lo metafísico, donde se busca de la ampliación de los significados de vida.
“En una época como la nuestra, con la falta de fe, ¿dónde y cómo puede ocurrir el encuentro con nosotros mismos?, ¿será posible que nuestra conciencia emotiva se extienda en otros espacios que no fueron destinados para ello y, en tal caso, qué situación la detona?, ¿será que el espacio ritual contemporáneo dista mucho del religioso?, ¿es en los espacios sociales, culturales y espectaculares donde ha recaído el peso de la recreación humana?”, expresó el arquitecto en el manifiesto.
Otra de las obras más notables de Mathias Goeritz en la Ciudad de México son las Torres de Satélite, que realizó junto con el arquitecto Luis Barragán y el pintor Jesús Reyes Ferreira en 1958. Además, realizó los vitrales de la Iglesia de San Lorenzo y de la Catedral Metropolitana, tres murales para el Museo de Antropología e Historia, diseñó La Osa Mayor y dirigió el proyecto escultórico de la Ruta de la Amistad con motivo de los Juegos Olímpicos de 1968, y participó en el Espacio Escultórico de la UNAM.
El arquitecto falleció el 4 de agosto de 1990 en la capital mexicana, dejando un legado fundamental para la historia cultural mexicana.
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Fernanda Hernández
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