No se hagan bolas… Al igual que pasa con los grandes temas nacionales, la esencia del reto habitacional está en la pobreza.
Una pobreza que limita el acceso a todo tipo de oportunidades y que es epicentro de una devastadora espiral que provoca que quien nace en la pobreza difícilmente pueda salir de ella…
Y así sería… A no ser que el Estado salte a la cancha con soluciones claras dirigidas a enfrentar esa falta de equidad.
Una de esas soluciones es el subsidio… Un subsidio que, como dijo la semana pasada el presidente Andrés Manuel López Obrador en relación a la agenda energética, debe estar siempre dirigido a la gente y no caer en el error de dirigirlo a las empresas.
Un subsidio como el que se había dado en los años recientes en materia de vivienda, dirigido a los mexicanos de menores ingresos, con el fin de incrementar en forma directa sus capacidades financieras permitiéndole tener acceso a una solución a su demanda habitacional.
Dicho aún más claro, el subsidio a la vivienda hacía posible que los pobres tuvieran acceso a una vivienda que de otra forma hubiera estado cruel y contundentemente fuera de su alcance.
Pocos subsidios como el de la vivienda, que llegaban directamente a la gente y tenían además un efecto multiplicador, que hacía posible que cada peso que el gobierno invertía en otorgarlo, se multiplicara por la vía de los impuestos y el desarrollo de más de 40 ramas de la economía.
Pero estos efectos “secundarios” del subsidio, efectos que ciertamente benefician a la economía nacional, no debieran desviar la atención de lo fundamental; el subsidio a la vivienda es un factor determinante de justicia social que inevitablemente tendría que formar parte del proceso de abatir la brecha de desigualdad que tanto daño le hace a nuestro país.
Por eso es difícil entender que este modelo de subsidio desapareciera de la iniciativa de Presupuesto de Egresos de la Federación 2019, que la Secretaría de Hacienda presentó para su revisión y aprobación a la Cámara de Diputados.
Es posible que algo se rescate en los ajustes que habrán de hacer los legisladores, pero el hecho es que este subsidio dejó de ser prioridad y está en riesgo de desaparecer, lo que sería un golpe muy bajo y muy duro para las aspiraciones que pudieran tener los más pobres en cuanto a mejores escenarios de futuro.
Y sí… La industria de la vivienda sufrirá, porque, y llevo años diciéndolo, el subsidio se ha convertido en una droga que si llegara a faltar, pondría al sector en los muy complejos dolores de un síndrome de abstinencia.
… Pero el sector se va a recuperar… Y en esa recuperación se alejará del segmento que le estaría haciendo tanto daño, migrando a segmentos de mercado de menores riesgos y mayores márgenes, y dejando una gran pregunta en el aire; ¿Ahora quién, cómo y con qué recursos va a generar los millones de viviendas que se necesitan para atender la demanda de los segmentos de población de menores ingresos?
Por supuesto, cabe esperar que ante este giro presupuestal, el gabinete de vivienda, coordinado por la Sedatu (Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano) que encabeza Román Meyer Falcón, genere nuevos productos para atender el hueco que dejará el subsidio.
Cabe esperar que estos nuevos programas estén bien diseñados y funcionen bien, y vayan siendo los suficientemente atractivos como para volver a despertar el interés de desarrolladores de vivienda dispuestos a subirse a ese nuevo modelo.
Lo malo es que eso tomará tiempo… Y mientras eso pasa, la gente más pobre verá limitadas sus posibilidades de acceso a una vivienda, y un sector productivo que vale 6% del PIB (Producto Interno Bruto) tendrá que ver qué va a hacer con una línea de producción en marcha y enfocada a generar viviendas para esos segmentos de población que habrían de contar con el apoyo de un subsidio.
Habrá que ver qué pasa con todas las cadenas de producción involucradas en la generación de la vivienda social y qué pasa con los millones de empleos que todo esto genera…
El reto está en generar instrumentos adecuados para las complejas estructuras de la demanda de vivienda de los más pobres, tomando para ello las capacidades de las instituciones del Estado y un fondo de recursos públicos que corresponda a la importancia que desde el gobierno se dé a la atención a este segmento poblacional.
Es muy simple, atender el reto habitacional de los segmentos de menores ingresos implica bajar precios de las viviendas o elevar capacidades de compra… Lo primero es muy difícil y requiere ajustes a las regulaciones urbanas y grandes inversiones en infraestructuras… Lo segundo implica elevar salarios, incrementar niveles de inclusión financiera y capacidades crediticias y otorgar subsidios.
Fácil no va a estar…
Y si se muere el subsidio está bien… Ahora lo importante será medir el impacto de los síndromes de abstinencia en la industria inmobiliaria y, sobre todo, de los segmentos de población que solo gracias al subsidio habían podido dar solución a su reto habitacional.
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El artículo Golpe muy bajo a los más pobres fue escrito en Portal inmobiliario, de arquitectura y diseño..
Horacio Urbano
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