Por Horacio Urbano*
Sí… Es obvio que siguen y seguirán haciendo falta viviendas…
Muchas viviendas…
Viviendas de todos tipos, tamaños, sabores y colores…
Más aún, después de los profundos cambios que habrán de provocar la pandemia y las enseñanzas que ella nos va a dejar.
Y sí… También es obvio que el rezago es eminentemente cualitativo y que si bien se requieren y requerirán muchísimas viviendas nuevas, también será indispensable crear condiciones que permitan mejorar buena parte del parque habitacional existente.
Tampoco hay duda de la urgencia de implementar cuanto modelo sea posible encaminado a la regeneración urbana.
Las dudas no están ahí, eso ya lo sabemos.
Las dudas están en las capacidades que como sistema podamos tener de hacer primero una muy buena lectura de la nueva estructura de la demanda, para, después, crear políticas, productos y estrategias que permitan atender las particularidades de cada segmento de ella.
Suena muy fácil… No lo es.
Y es que si ya de por sí nuestras sociedades venían experimentando profundos cambios provocados por procesos sociales, económicos, ambientales, culturales y tecnológicos, la pandemia está acelerando estos cambios y tendría que acelerar también la capacidad de generar respuestas.
Porque si ya había preocupación por los efectos que la desigualdad tenía en ciudades y políticas de vivienda, ahora estos se agudizarán a causa de la los incrementos en los niveles de pobreza que nos llegan y llegarán como parte de la pandemia.
Urge también dar respuestas a los temas relacionados con el cambio climático, la eficiencia urbana, las nuevas formas de vida en comunidad, las nuevas modalidades de ocupación de una vivienda y, lo que quizá no esperábamos, o al menos no esperábamos tan pronto, la irreversible irrupción que la tecnología ha tenido en la forma en que desarrollamos nuestras actividades “cotidianas”, y que hoy no entenderíamos fuera de la pantalla de un dispositivo con acceso a internet.
Toca volver a entender la forma en que la gente vive, para a partir de eso también volver a entender la esencia y estructura de todo espacio físico; tratase de la ciudad en su conjunto, o de las generalidades del espacio o el transporte públicos, o las particularidades de una barrio o una vivienda.
Desde el sector inmobiliario tocará estar mucho más atento a las cambiantes necesidades de la sociedad y las formas en que ello tendría que verse reflejado en la ciudad y los nuevos activos inmobiliarios que definen la calidad de vida de la primera, y transforman la segunda.
Toca que sociedad, gobiernos e iniciativa privada formalicen acuerdos que les permitan reconocer objetivos comunes y el papel que a cada parte corresponde en el esfuerzo encaminado a cumplirlos.
No basta con reconocer los retos de la vivienda si ello no va de la mano de acciones encaminadas a atenderlos…
Urge crear mecanismos que permitan generar soluciones de vivienda para toda la sociedad, con especial énfasis en los grupos que no han sido debidamente atendidos…
Y urge hacer esto a partir de una visión prospectiva que no se limite a reconocer retos y esfuerzos actuales, sino que vaya adelante y genere también las bases que permitan hacer frente a los retos que puedan venir en el mediano y largo plazo.
Es tiempo de plantear estrategias de vivienda a partir de una visión que ponga en sintonía programas nacionales y locales, para atender lo actual y preparar el terreno para mejorar en todos los aspectos la calidad de los programas de vivienda de los mexicanos del 2030, 2040, 2050…
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Horacio Urbano
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