Por Gustavo López Padilla*
La luz hace del muro indiferente un espectral teatro de reflejos.
Octavio Paz
La cultura mexicana que se remonta en sus orígenes con los olmecas hasta el año 1500 A.C., a lo largo del tiempo hasta nuestros días, ha mostrado una notable diversidad de expresiones, que tienen que ver naturalmente con ciencia, literatura, pintura, escultura, danza, filosofía, sociología, política, economía y desde luego arquitectura. En este trayecto y pensando particularmente con lo que tiene que ver con la arquitectura, podemos identificar a grandes rasgos, tres grandes periodos en nuestra historia: el Prehispánico que va desde de los 1500 A.C., hasta 1521 de nuestra era cuando sucede la Conquista Española, dando lugar a un segundo periodo que reconocemos como La Colonia, en la que naturalmente se mezclan las culturas locales con las interpretaciones centroeuropeas, hasta llegar finalmente a un tercer periodo (pasando previamente por los movimientos de la Independencia 1810 y la Revolución Mexicana 1910) que podemos ubicar en los inicios del pasado siglo XX, a mediados de los años veinte, tiempo en el cual la arquitectura mexicana se incorporó a la modernidad racionalista de la noche a la mañana, de la mano, voluntad y entusiasmo de un puñado de jóvenes que estudiaban por ese entonces arquitectura en la Academia de San Carlos, dependiente de la Universidad Nacional Autónoma de México. Poco mas de tres mil quinientos años, en que los distintos arquitectos de este país han dado muestras de sus habilidades culturales, creativas, proyectuales y constructivas, constituyendo un legado, que podemos identificar como Las Aportaciones de la Arquitectura Mexicana Contemporánea, al conjunto de las experiencias urbanas y arquitectónicas en el mundo.
De la experiencia prehispánica podemos identificar los grandes conjuntos ceremoniales urbano arquitectónicos, ubicados en diferentes regiones de México, entre los que sobresalen Monte Albán, localizado a 8 km de la ciudad de Oaxaca de Juárez, antigua capital de los zapotecos, fundada aproximadamente 500 años a.C., floreciendo hasta 500 años D.C., hoy considerada patrimonio de la humanidad por la UNESCO, a partir del año de 1987, al que se suman Uxmal, antigua ciudad maya localizada a 80 km al sur de la ciudad de Mérida, en el estado de Yucatán, fundada en el año 700 a.C., abandonada alrededor del año 1080 d.C., reconocida como patrimonio de la humanidad por la UNESCO en el año de 1996, sumándose entre muchos otros el conjunto de Teotihuacán (Ciudad de los dioses), ubicado al noroeste de la ciudad de México, entre los municipios de Teotihuacán de Arista y San Martín de las Pirámides, en el estado de México, fundada a inicios de la era cristiana y cuyo declive ocurrió entre el 600 y 650 d.C., declarada también patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1987.
El período colonial, el segundo mencionado, en el que se imponen criterios urbanos y arquitectónicos llegados desde España, que generalmente se caracterizan por el surgimiento de ciudades que responden en la mayoría de los casos a un trazado regular, que se ordena a partir de un nodo urbano fundamental constituido por una plaza pública, alrededor de la cual se asientan los poderes del gobierno y la iglesia, acompañando lo anterior con algunas zonas de comercio, formando parte de un corredor porticado. En este tiempo se construyeron catedrales, conventos, casas señoriales, viviendas sociales con el criterio de vecindades, una gran cantidad de iglesias de barrio y en las periferias rurales haciendas mas conventos y casas populares. Estas construcciones coloniales en ocasiones representan proyectual, compositiva y constructivamente, influencias directas de la arquitectura centroeuropea y en muchas otras aparecen naturalmente muestras y mezclas formales y constructivas, como reinterpretaciones referidas a las culturas enraizadas y naturales de cada localidad cultural.
En los tiempos mas recientes, que podemos fechar en los inicios de los años veinte del pasado siglo XX, México se incorpora a la modernidad, retomando ideas, imágenes, propuestas compositivas, materiales y procedimientos constructivos, directamente relacionados con lo que conocemos como movimiento moderno, racionalista o funcionalista, igualmente influencia de la cultura centro europea. Esta nueva manera de entender las ciudades y sus arquitecturas, mostrará rostros diversos, que van desde las interpretaciones fieles de las obras de los maestros del movimiento moderno, venidas de la Europa central o desde los Estados Unidos de Norteamérica, pero surgiendo naturalmente otras posibilidades proyectuales, en las que se mezclan el movimiento moderno con posibilidades compositivas, formales y vivenciales, que tienen que ver con las culturas y lugares locales donde se levantan las obras, abriendo caminos de renovación y diversificación de la propia arquitectura moderna, llegando en ocasiones a constituir aportaciones inéditas, que identifican la arquitectura mexicana contemporánea.
En estas reflexiones vamos a intentar un primer acercamiento, de lo que podemos identificar como las Aportaciones de la Arquitectura Mexicana Contemporánea a la diversidad de posibilidades teóricas, formales, compositivas y constructivas, de lo que tiene que ver con la modernidad urbana y arquitectónica en el mundo. Se trata desde luego de un intento no definitivo y perfectible en el tiempo, que se puede enriquecer en la medida que se realicen mayores y mas cuidadosos estudios y análisis de los resultados de los proyectos realizados, que forman parte de la arquitectura mexicana contemporánea. En esta oportunidad intentaremos identificar conceptos, proyectos y autores, involucrando conceptualmente los tres periodos esquemáticos de la historia mexicana, enumerados previamente.
Cuando pensamos en la arquitectura de la época prehispánica, tenemos que reconocer grandes conjuntos ceremoniales, en donde la selección de ubicación de sus asentamientos está cuidadosamente estudiada por sus pobladores locales, estableciendo relaciones precisas, sensibles, creativas e ingeniosas con respecto el entorno que los rodea, creando lugares en los que el sol, el viento y las vistas perspectivadas, mantienen vinculaciones cósmicas entre lo construido, el universo y ricas armonías con relación a la naturaleza que los rodea, además de posibilitar en ocasiones su posible defensa, de quienes ajenos al sitio intentaran atacar o controlar estos asentamientos. Las secuencias espaciales de recorridos de los centros ceremoniales, acentúan y nos dejan ver con claridad estas vinculaciones entre lo construido y sus entornos. Con un carácter monumental, se establecen ricas relaciones entre grandes espacios abiertos, vacíos, pero cargados de un gran magnetismo, propicios para las actividades ceremoniales de importantes grupos sociales, en relación con la materialidad pétrea y masividad expresiva de los edificios que constituyen estos conjuntos. Luego entonces son importantes tanto los espacios abiertos, como los volúmenes construidos, insistiendo, todo ello realizado con criterios de contrastes volumétricos y monumentalidad, tomando en cuenta las particularidades de la naturaleza como entorno.
Las realidades materiales y paisajísticas del conjunto rico y diverso de estas obras prehispánicas, constituyen en si mismas, en sus propias y únicas particularidades, importantes aportaciones de nuestra cultura a la arquitectura universal, pero al mismo tiempo han servido de inspiración y referencia para la realización de nuevas obras, formando parte de nuestra contemporaneidad. En este sentido, un ejemplo relevante lo constituye el proyecto de conjunto y algunos edificios en lo particular de lo que es la Ciudad Universitaria, realizado al sur de la ciudad de México, para la Universidad Nacional Autónoma de México, entre los años 1950 y 1957, proyecto realizado colectivamente con criterios de unidad en la variedad, por un grupo destacado de arquitectos e ingenieros mexicanos, coordinados por el arquitecto Carlos Lazo Barreiro (1914-1955) y cuyo diseño de conjunto fue realizado por los arquitectos Mario Pani Darqui (1911-1993) y Enrique del Moral Domínguez (1905-1987). Desde el año 2007 la Ciudad Universitaria es considerada por la UNESCO, Patrimonio Mundial de la Humanidad. Si comparamos los planes urbanos entre el conjunto ceremonial de Monte Albán en Oaxaca y el conjunto de Ciudad Universitaria en la ciudad de México, las semejanzas son notables. Es ambos es clara su axialidad simétrica, su voluntad de monumentalidad, el predominio del espacio abierto, ordenando dos conjuntos lineales de edificios ubicados en los extremos largos de los mismos, a los que se suman edificios singulares ubicados en las cabeceras y al centro del mismo conjunto, definiendo así dos grandes zonas de espacios abiertos, que diversifican y enriquecen las posibilidades de recorridos y estar en los lugares. Es clara también la utilización en ambos casos de plataformas, para ubicar armoniosamente en varios niveles, los distintos edificios que constituyen los conjuntos, relacionando lo construido con el lugar y el paisaje, buscando realidades formales y visuales perspectivadas. En algunos edificios de Ciudad Universitaria, como el espléndido y funcional Estadio Olímpico de Augusto Pérez Palacios (1909-2002), Raúl Salinas Moro y Jorge Bravo Jiménez, la Biblioteca Central de Juan O´Gorman (1906-1982) y algunas plataformas abiertas del conjunto, así como la utilización de majestuosas escaleras, proyecto paisajístico de Luis Barragán (1902-1988), se construyeron aprovechando en parte la piedra volcánica del lugar y en su presencia y monumentalidad, nos recuerdan a la distancia imágenes y detalles de las construcciones prehispánicas. Son particularmente notables los monumentales frontones realizados por Alberto T. Arai (1915-1959), que en su materialidad nos muestran por un lado masividad, taludes y plataformas, naturales a las pirámides prehispánicas y vistos desde otra perspectiva, con sus vacíos y juegos de planos abstractos, propios para el juego del frontón, aluden a interpretaciones neoplasticistas.
Otro ejemplo importante en el que se muestran relaciones y reinterpretaciones entre el movimiento moderno y las culturas prehispánicas, es el proyecto del Museo Nacional de Antropología, del año 1964, ubicado en las inmediaciones del Bosque de Chapultepec, en la ciudad de México, diseño de los arquitectos Pedro Ramírez Vázquez (1919-2013), Rafael Mijares Alcérreca (1924-2015) y Jorge Campuzano Fernández (1931-2018). Este proyecto rodeado de profusa vegetación, ordenado simétricamente, constituido por volúmenes y formas geométricas simples, regulares, tendiendo a la abstracción, en sintonía con los criterios proyectuales del movimiento moderno, se estructura en relación a un monumental patio central descubierto mayoritariamente, mostrando en sus fachadas laterales, en sus secciones altas, celosías que nos remiten a los trabajos de los bajorrelieves de obras prehispánicas mayas, como sucede en los edificios que conforman el Cuadrángulo de las Monjas de Uxmal. El patio mencionado, un gran vacío que opera como ordenador de secuencias peatonales y lugar de convivencia, nos vuelve a recordar los amplios espacios abiertos de los monumentales centros ceremoniales, contando además con un espejo de agua, que a la distancia nos recuerda el lugar hidráulico de asentamiento de los mexicas en el Valle de México. Califica además este lugar un monumental paraguas, sustentado en una vigorosa columna labrada, con figuraciones también prehispánicas. El Museo de Antropología representa finalmente una variante proyectual que sintetiza la interpretación moderna, racionalista, abstracta, enraizada y calificada con elementos culturales de nuestra propia historia y localidad.
Formando parte de semejantes mezclas de modernidad y culturas prehispánicas, a lo que se suman atmósferas vivenciales de patios de la época de la colonia, podemos reconocer una buena cantidad de proyectos de diversa naturaleza, desarrollados por Teodoro González de León (1926-2016) y Abraham Zabludovzky Kraveski (1924-2003), entre los que sobresale el edificio del Colegio de México, 1976, ubicado a sur de la ciudad de México, dedicado al estudio, investigación y educación relacionados con temas de carácter social, político, económico y cultural. La solución proyectual del colegio, de planta trapezoidal con volúmenes bajos, 5 niveles, plantea secuencias de recorridos que comienzan con vacíos urbanos o plazas exteriores, cruzando luego un pórtico abierto monumental, para luego transitar entre patios descubiertos, alusión colonial, asentados en diversas plataformas del terreno accidentado, en donde para pasar de un nivel a otro se utilizan generosas escaleras que nos recuerdan nuevamente imágenes de las escalinatas prehispánicas, sumando a lo anterior el haber dejado vistas en el lugar, preexistencias de lava volcánica, formando parte del paisaje natural del conjunto proyectado. Hablamos de una propuesta racionalista, de ecos Le corbusianos, resuelta con concreto aparente martelinado, que muestra atmósferas claras de localidad cultural, prehispánicas y coloniales.
Una variante interesante de lo anterior, lo constituye el proyecto del taller de diseño realizado por Agustín Hernández Navarro (1924-2022), del año de 1975, ubicado en Bosques de las Lomas, al poniente de la ciudad de México. Condiciona de inicio el planteamiento del proyecto, el estar ubicado en un terreno que cuenta con una fuerte pendiente y estar rodeado de una buena cantidad de árboles frondosos. Así las cosas, Agustín Hernández, con sensibilidad plantea que su taller miméticamente sea un nuevo árbol, que se integre con la mayor naturalidad al entorno preexistente. El proyecto resuelto con concreto visto, tiene sus raíces que son la cimentación, un núcleo vertical de comunicaciones y servicios que representa el tronco del árbol y su fronda, constituida por un volumen alto resuelto mediante tableros, taludes y ventanas horizontales, donde se aloja el taller de proyectos y sus servicios necesarios. Los tableros y taludes nos recuerdan la arquitectura prehispánica, particularmente detalles de la pirámide de los nichos del Tajín, ubicado al norte del estado de Veracruz. Hablamos entonces de una reinterpretación orgánica de la cultura prehispánica, con imágenes formales que nos muestran una modernidad un tanto futurista. De hecho, como postura proyectual, una buena parte del conjunto de la obra que caracteriza lo realizado por Agustín Hernández, es un claro acercamiento y reinterpretación contemporánea de imágenes prehispánicas.
Valorando la relación de la arquitectura de la época de la colonia, tomando en cuenta la arquitectura de los conventos, las haciendas, la arquitectura señorial y popular mexicanas, que tienen en común significar de manera importante las entradas a las obras y organizar lo construido por medio de secuencias de patios descubiertos, a veces porticados, existe un filón representativo de reinterpretaciones contemporáneas en la arquitectura mexicana. Tomando en cuenta los autores de esta posibilidad proyectual, destacan entre otros: Juan O´Gorman, Luís Barragán y Ricardo Legorreta Vilchis (1931-2011). Juan O´Gorman con sus proyectos de la casa de Cecil Crawford O´Gorman (1874-1943), de 1929 y las casas taller de Diego Rivera (1886-1957) y Frida Kahlo (1907-1954), de 1932, que forman un conjunto de dos proyectos colindantes, ubicados al sur de la ciudad de México, en las inmediaciones del barrio de San Ángel. Se trata de proyectos eminentemente funcionalistas, ampliamente conocidos y reconocidos, nacional e internacionalmente, siguiendo con fidelidad las ideas e imágenes de la arquitectura Le corbusiana, incluyendo atmósferas vivenciales, secuencias de patios, detalles paisajísticos y aplicaciones de color, relacionados directamente con reinterpretaciones de la arquitectura popular mexicana.
Luis Barragán concilió la arquitectura conventual y popular de su región natal en Jalisco, con experimentaciones muy logradas de edificios de departamentos, arquitectura racionalista Le corbusiana, sumando inteligentemente a lo anterior influencias culturales de personajes destacados de la cultura, pintores, paisajistas, artistas plásticos y arquitectos como Jesús Reyes Ferreira (1880-1997), Werner Mathías Goeritz Brunner (1915-1990), Roberto Burle Marx (1909-1994), Gerardo Murillo Coronado el Dr. Atl (1875-1964) y Max Lwdwig Cetto Day (1903-1980) entre otros y tomando en cuenta también las vanguardias figurativas de finales del siglo XIX y principios del XX, como el cubismo, el neoplasticismo, el suprematismo y también la pintura de Giorgio de Chirico (1888-1978). Con el conjunto de este bagaje cultural, Barragán arriesgó una nueva propuesta proyectual que caracterizó su última etapa como diseñador, que lo llevó a ser ampliamente reconocido nacional e internacionalmente, a partir de las ideas, valores compositivos y formales que identifican este período de su obra, hasta el punto de ser reconocido con el Premio Pritzker en el año 1980, convirtiéndose en el arquitecto, hasta hoy, mas trascendente de la arquitectura mexicana contemporánea. Hablamos de una arquitectura, que podemos ejemplificar con el proyecto de la capilla de las Capuchinas Sacramentarias, del año 1953, ubicado en Tlalpan, al sur de la ciudad de México, en el que la racionalidad, funcionalidad, abstracción geométrica, manejo de la luz, proporción, color, escala, detalles constructivos y atmósferas reconceptualizadas de los conventos coloniales, tomando en cuenta del mismo período histórico, materiales y procedimientos constructivos, nos refieren a las ideas de serenidad y la nada, que implican una manera de vida caracterizada por la austeridad, cercanas formalmente a lo que hoy es la arquitectura minimalista. Fuera del país, las influencias conceptuales de Luís Barragán han sido reconocidas por autores como Tadao Ando (1941), japonés y John Pawson (1949), inglés.
Ricardo Legorreta, el mas importante seguidor de las ideas de Luís Barragán, llevó a escalas y complejidades programáticas mayores las ideas y realidades proyectuales del arquitecto jaliciense, convirtiéndose también en uno de los arquitectos mas reconocidos de la arquitectura mexicana contemporánea, nacional e internacionalmente, con obras realizadas tanto en México como en distintos países del mundo, entre los que destacan los Estados Unidos de Norteamérica, Israel, España y Nicaragua. Entre las numerosas obras de Legorreta destaca el proyecto del Hotel Camino Real, del año 1968, ubicado en la ciudad de México, obra en la que predominan volumetrías horizontales, cinco niveles en promedio, predominio de los muros sobre las ventanas, uso del color referido a la cultura popular mexicana y en el cual desde la plaza exterior que cuenta con una espléndida escultura de Mathías Goeritz y fuente monumental, se van recorriendo lugares, a través de patios interiores con un carácter intimista, de escala amable y acogedora, como si se estuviera recorriendo a pie un trozo de ciudad, con las atmosferas vivenciales de una pequeña ciudad colonial mexicana.
Dentro de la línea de realizaciones proyectuales contemporáneas, que toman en cuenta las preexistencias construidas y ambientales de los alrededores donde se ubican, podemos nombrar dos que son significativas: la Escuela de Artes Plásticas, ubicada en la ciudad de Oaxaca, del año 2009, proyecto de Mauricio Rocha Iturbide (1965) y Gabriela Carrillo Valadez (1978) y la Escuela Bancaria y Comercial, del año 2016, proyecto de Gustavo López Padilla (1950), Luís Sánchez Renero (1944), Félix Sánchez Aguilar (1944) y Fernando Mota Fernández (1948), ubicada en la ciudad de Mérida, en el estado de Yucatán. La Escuela de Artes Plásticas, es un proyecto con un carácter intimista, bordeado perimetralmente con algunos taludes de tierra y piedra, que se plantea como un grupo regular ordenado con base en entidades separadas, talleres, servicios, salón de usos múltiples y administración, todo lo anterior rodeado de pequeños patios, que en conjunto y a la distancia recuerdan los talleres que conforman la Facultad de Arquitectura de la UNAM, del año 1952, proyectada por José Villagrán García (1901-1982), Javier García Lazcuráin (1912-1996) y José Alfonso Liceaga. El proyecto contempló la construcción de las unidades que constituyen la escuela, con base en muros levantados con tierra compactada y losas de concreto en cubiertas, cerrados mayoritariamente, con aberturas claras mirando a patios, buscando la mejor y mas homogénea iluminación para el funcionamiento educativo dentro de los talleres, evitando ganancias de calor innecesarias. Hablamos de formas geométricas simples, regulares, con claras referencias a la abstracción, que acercan al proyecto hacia criterios minimalistas. Los colores de la tierra, sus texturas, las calidades formales y las atmósferas vivenciales resultantes, nos recuerdan lugares y obras naturales a la tradicional ciudad de Oaxaca, en reinterpretaciones contemporáneas.
Para el proyecto de la Escuela Bancaria y Comercial campus Mérida, se reaprovecharon algunas construcciones preexistentes, buscando en el nuevo proyecto, ordenar la composición y recorridos programáticos con base en patios protegidos de la incidencia del sol y sus ganancias de calor, procurando en la medida de lo posible inducir ventilaciones naturales cruzadas, a lo que se suma el uso de colores claros, para que todo lo anterior en conjunto responda a las condiciones climáticas del lugar y costumbres habitables de las gentes de la localidad. Formal y operativamente se utilizan también parasoles de concreto y cubiertas protectoras horizontales. En términos urbanos la escuela está abierta a la ciudad, por medio de un gran espacio, atrio conformado por jardines que contienen flores y plantas de henequen, en clara referencia al paisaje natural de la localidad. Se complementa lo anterior con espejos de agua, que contribuyen real y psicológicamente a procurar un mejor confort climático en el lugar. La atmósfera vivencial de todo el conjunto y sus recorridos, es un intento de reinterpretación contemporánea de lugares y vivencias tradicionales a la ciudad de Mérida.
El movimiento cultural reconocido como Integración Plástica, en el que conviven la arquitectura con otras artes como pintura, escultura o bajorrelieves, se ha desarrollado intensamente en la arquitectura mexicana contemporánea, desde los inicios de los años veinte, del pasado siglo XX, hasta nuestros días. Aunque vale la pena decir que esto mismo, no es necesariamente nuevo, ya que fue experimentado desde la propias arquitecturas prehispánica y colonial, en las que las grandes obras convivieron también con expresiones pictóricas, bajorrelieves o esculturales, conformando así una larga tradición dentro de la arquitectura mexicana. Pero hablando en la particularidad de los tiempos de la modernidad, destacan algunas obras por su calidad arquitectónica y pictórica. Hablamos de obras como el proyecto de la Biblioteca Central de Ciudad Universitaria del año 1956, obra de Juan O´Gorman, declarada al mismo tiempo en 2007 con el conjunto de la universidad, como patrimonio mundial de la humanidad. El proyecto de la biblioteca realizado a partir de principios racionalistas, funcionalistas, formas geométricas simples, regulares, abstractas, calificadas en su monumental y ciego volumen alto por un gran mural de 4000 m2, en el que se despliega con mosaicos multicolores la Representación Histórica de la Cultura, se volvió imagen dominante de la propia universidad, así como representativa mundialmente de la modernidad de la cultura mexicana. La imagen de la biblioteca se asocia al pujante México contemporáneo. Además muchos otros edificios históricos y modernos han sido intervenidos con pintura mural y esculturas, alojando trabajos de los grandes muralistas mexicanos como Diego Rivera (1886-1957), José Clemente Orozco (1883-1949), David Alfaro Siqueiros (1896-1974) o Rufino Tamayo (1899-1991) entre otros, desde el Palacio Nacional, el Castillo de Chapultepec, pasando por la Secretaría de Educación Pública, el Palacio de bellas Artes, el Hospicio Cabañas, el Museo Nacional de Antropología de Pedro Ramírez Vázquez y el Hotel Camino Real de Ricardo Legorreta, identificando invariablemente estas obras, con la cultura y la moderna arquitectura mexicana.
Hablando en términos de proyectos de viviendas sociales, la arquitectura mexicana ha desarrollado obras que se han vuelto significativas, retomando y reconceptualizando ideas del movimiento moderno, particularmente Le corbusianas, logrando proyectos de buena calidad urbana y arquitectónica, como son el Conjunto Urbano Miguel Alemán, construido entre 1947 y 1949, ubicado en la colonia Del Valle, en la ciudad de México, diseñado por Mario Pani y Salvador Ortega, variante inteligente y mas completa, de lo que constituye la Unidad Habitacional de Marsella del año 1947, de Le Corbusier. En el Miguel Alemán los arquitectos mexicanos dispusieron de las circulaciones generales de sus edificios, como calles exteriores formando parte de sus fachadas, creando interesantes juegos formales y de claroscuros, calles que permiten una intensa vida social en altura. El conjunto está constituido por 9 edificios de 12 niveles y 6 de 3 niveles, en donde se mezclan diferentes tipos de departamentos y grupos sociales, contando además con variantes interesantes de comercios en planta baja y equipamientos jardinados, de educación y recreación.
Se suman a lo anterior el interesante conjunto llamado Unidad Independencia, del año 1960, ubicado al sur de la ciudad de México, colindando parcialmente con el anillo periférico, diseño de los arquitectos Alejandro Prieto Posada (1924-1996), José María Gutiérrez Trujillo (1924-2018) y Pedro F. Miret (1932-1998), en el que se reinterpretan ideas contenidas en la Carta de Atenas como la zonificación, mezclando viviendas unifamiliares de 2 niveles con edificios de 5 y 12 niveles, rodeados de amplios y generosos jardines, contando con circulaciones peatonales seguras, separadas del flujo de los automóviles, a lo que se suman espacios y equipamientos deportivos, comerciales y culturales. Los edificios de 5 niveles cuentan con algunas aplicaciones de geométricos murales y en el conjunto existen algunas esculturas de Luis Ortiz Monasterio y Federico Garza Cantú, con claras referencias a la cultura prehispánica. Otra experiencia importante habitacional es el conjunto reconocido como Integración Latinoamericana del año 1976, ubicado también al sur de la ciudad de México, colindando con el eje 10, proyecto de los arquitectos Luís Sánchez Renero, Félix Sánchez Aguilar, Gustavo López Padilla y Fernando Mota Fernández, contando con la colaboración de Héctor Meza Pastor y Humberto Ricalde González (1942-2013). En este proyecto se cuenta con una densidad construida de 740 hab por hectárea, contando con edificios de 5, 10, 12 y 16 niveles, conteniendo variantes de departamentos que permiten ricas mezclas sociales y culturales, con la particularidad de disponer de un circuito interno vehicular continuo, que se articula fluidamente a las dos avenidas a las que da frente el conjunto, más amplias áreas dedicadas a estacionamientos cubiertas, formando plazas altas descubiertas, en las cuales se posibilita una intensa vida social, sumando estos espacios públicos a importantes áreas verdes llegando hasta constituir un 59.4 % de espacio abierto dedicado a convivencia de familias y peatones. Los espacios libres son seguros, separados del flujo vehicular. Se cuenta además con algunas zonas de comercio, culturales y educación, complementando las mezclas de usos del suelo. Entre otros, estos tres conjuntos de viviendas han sido reconocidos por su calidad urbana, arquitectónica y vivencial, tanto dentro como fuera del país.
Si bien toda obra arquitectónica o urbana, para su realización profesional proyectual y constructiva, necesariamente implica un compromiso social por parte de sus autores y edificadores, lo que se conoce como Arquitectura Participativa, conlleva de manera mas intensa y directa un compromiso entre la comunidad que requiere los proyectos y los arquitectos que los desarrollan. En esta modalidad los diseños resultan de un proceso de interacción directa entre comunidad y arquitectos y la realización constructiva de las obras generalmente la ejecuta la propia comunidad, en jornadas de trabajo colectivo bajo la dirección de los autores del proyecto. En este campo profesional, dentro de la arquitectura mexicana contemporánea se han ejecutado buenos proyectos, resultando ser reconocidos como importantes contribuciones. Aquí podemos identificar entre otras, tres obras: La Capilla del Panteón de Carlos Mijares (1930-2015) del año 1987, la Escuela Rural Productiva de Mariana Ordóñez Grajales (1986) y Jessica Amezcua Carrera (1983) del año 2018 y el Instituto Superior Intercultural Ayuuk de Oscar Hagerman (1936) del año 2016.
En México no existe una amplia y reconocida experiencia de construir con tabique rojo de barro recocido aparente, sin embargo algunos trabajos del arquitecto Carlos Mijares Bracho (1930-2015) han logrado una alta calidad en sus resultados, utilizando este material y sus técnicas constructivas asociadas. Entre otros destaca una pequeña capilla reconocida como El Panteón, del año 1987, ubicada en Jungapeo, en el estado de Michoacán de Ocampo. Se trata de una pequeña obra, de base cuadrada, altura de 10 metros, de tan solo 64.00 m2 construidos, ejecutada como arquitectura participativa con la propia comunidad del lugar, en la que Mijares despliega un virtuosismo proyectual geométrico constructivo, particularmente asociado a lo que se refiere a las cubiertas de la capilla, en donde juegos dinámicos y armoniosos de arcos y pequeñas concavidades muy expresivas, terminan por constituir juegos interesantes y muy logrados de formas complejas, en donde están presentes el color del tabique, sus texturas y claroscuros, personalizando con el material y la geometría del proyecto de manera sólida el lugar. La capilla es pequeña, abierta mediante un gran arco de medio punto y se extiende al exterior para lograr un poco mas de concurrencia y este espacio, plaza exterior, nos recuerda los atrios que acompañaron una buena cantidad de iglesias en la época colonial, pensadas para alojar temporalmente durante las celebraciones de la eucaristía, a las comunidades prehispánicas que todavía no habían sido evangelizadas y convertidas a la religión católica. Esta obra es también una reconceptualización contemporánea de una previa denominada Pila o Corona, fuente situada en Chiapa de Corzo, Chiapas, del año 1562, obra de estilo mudéjar atribuida al fraile dominico de origen andaluz llamado Rodrigo de León.
La Escuela Rural Productiva, del año 2018, de las arquitectas Mariana Ordóñez y Jessica Amezcua, se ubica en la localidad de Tepetzintan, Cuetzalan del Progreso, en la sierra nororiental del Estado de Puebla. El lugar elegido para su construcción entre la comunidad y las arquitectas responsables del proyecto y su ejecución, es una zona accidentada, con pendientes, ricamente arbolada, entre la cual se seleccionó una plataforma para alojar el proyecto acordado, constituido por aulas, salón de usos múltiples y exposiciones, administración, servicios y lugares abiertos de convivencia. Del proyecto se ha construido a la fecha una primera etapa, constituida por un amplio salón, que funciona también como de usos múltiples, protegido del sol por un pórtico, sumando algunos primeros servicios necesarios. La autoconstrucción se realizó utilizando muros de tabique de barro rojo recocido, en su condición aparente, con cubiertas en las que se utilizó estructuralmente el bambú, terminándolas finalmente con lámina. Las ventanas fueron realizadas con elementos vegetales, buscando entre las alturas generosas del lugar y las posiciones de las ventanas, una ventilación cruzada, para lograr confort interior en el lugar.
El Centro Superior Intercultural Ayuuk, 2016, proyecto de Oscar Hagerman (1936), ubicado en Jaltepec, Oaxaca, es un trabajo de comunicación intensa entre la comunidad del lugar y su diseñador. Hagerman le dedica tiempo a convivir con los lugareños y conocer de primera mano sus costumbres de vida expresadas en términos de sus obras tradicionalmente construidas. El proyecto realizado de tan solo tres espacios continuos, es una reinterpretación sensible de las imágenes y procedimientos constructivos de las viviendas construidas a lo largo del tiempo en el lugar. Muros sólidos y cubiertas altas terminadas con componentes vegetales, pocas aberturas de ventanas, lo que resulta en espacios confortables, según la experiencia vivencial acumulada por los lugareños. Por los exteriores la obra cuenta con color y por los interiores se prefiere el blanco. Las obras ejecutadas por Hagerman, en ocasiones se complementan con algunos mobiliarios como sillas o mesas, en las cuales también realiza versiones contemporaneizadas de los tradicionales muebles de la localidad.
Por diversas circunstancias políticas o sociales, en diversas épocas han llegado a México, arquitectos de otros países, que se han avecindado en el nuestro, realizando buenas obras, que han terminado por constituirse como parte de nuestro patrimonio construido. Tal es el caso de los arquitectos españoles José Luís Benlliure Galán (1928-1994) y Félix Candela Guteriño (1910-1997) quienes llegaron a nuestro país como consecuencia de la guerra civil española, de los años treinta del siglo pasado. Entre las obras que realizó Benlliure sobresale el proyecto del Conjunto Aristos, del año 1961, ubicado en esquina de la Ave. de Los Insurgentes y Aguascalientes, en esta ciudad de México. Conjunto que alojó en sus inicios oficinas, comercios y algunos equipamientos culturales. Este proyecto se constituye como una verdadera lección de arquitectura y urbanismo, a partir de la maestría con la que está realizado el emplazamiento del conjunto. Sobre la ancha avenida principal y de mayor flujo vehicular se dispone un volumen alto de 16 niveles, sobre la calle secundaria un volumen intermedio de 9 niveles y al interior del conjunto, con una escala mas amable para los visitantes al sitio, un volumen continuo de tan solo 3 niveles, que termina por definir un cuerpo bajo, a manera de una base que le confiere unidad a todo el proyecto. Sobre la esquina principal del conjunto, se suaviza su presencia al curvar de manera cóncava su arista, contrastando con la convexidad en la misma esquina del cuerpo bajo. El conjunto contempla un amable patio interior, formando al mismo tiempo un continuo pasaje peatonal, que articula las dos calles a las que da frente el Aristos. El despliegue ordenado de las ventanas de fachada y el diseño en general, nos acerca a una arquitectura racionalista, con calidades formales suaves y expresivas, a lo que se suman trabajos compositivamente virtuosos, en los remates de las azoteas y juegos de bellos bajorrelieves que califican algunas fachadas, realizados por el mismo arquitecto Benlliure.
Con una sólida formación preliminar, influencia del ingeniero español Eduardo Torroja Miret (1889-1961), llega a nuestro país Félix Candela, con la voluntad de desarrollar intensos trabajos de investigación, que implicaron estudios matemáticos, geométricos, formales, constructivos y compositivos, relacionados con las cubiertas laminares reconocidas como cascarones de concreto armado, que tienen la particularidad de constituirse con geometrías de una doble curvatura inversa y secuencias formales de puntos altos y bajos, algunos de estos últimos convertidos en los apoyos de las cubiertas. Haciendo equipo con arquitectos mexicanos o por su cuenta, desarrolló una intensa actividad de investigación, proyectual y constructiva, realizando una buena cantidad de proyectos de distinta naturaleza y escala, entre los que podemos mencionar mercados, iglesias, almacenes, restaurantes o estaciones del metro. Entre esta obra sobresale el proyecto del Restaurante los Manantiales, del año 1957, ubicado en Xochimilco, al suroriente de la ciudad de México. En su origen el contexto existente era bello, pleno de exuberante vegetación y agua que corría limpia y fluida por los canales de la zona. Con gran sensibilidad Candela desarrolló un proyecto que parece un gran elemento vegetal, que se posa en el sitio de manera respetuosa y elegante, una cubierta ligera, ondulante, en donde los cascarones de concreto se despliegan con gran maestría, mirando al hermoso original paisaje circundante. Se trata de una obra en la que se privilegia la propuesta estructural orgánica, como la imagen urbana y arquitectónica dominante, determinando al mismo tiempo las calidades y posibilidades de uso del espacio en el sitio. Obra reconocida nacional e internacionalmente, lamentablemente descuidada y deteriorada a lo largo de los últimos años.
Hablando de literatura mexicana, el poeta mexicano Octavio Paz (1914-1998), Premio Nobel de literatura en el año 1990, dijo en algún momento, que la literatura mexicana por muchos años había sido una importante afluente de la literatura española, pero que desde mediados del siglo XX, la misma literatura mexicana se había convertido en un río caudaloso con ideas, realizaciones y personalidad propias. Trasladando estas reflexiones a lo que tiene que ver con la arquitectura mexicana contemporánea, por muchos años nuestra arquitectura fue en buena medida, con excepciones, una afluente de las arquitecturas de la Europa Central y de los Estados Unidos de Norteamérica. Pero justamente también, desde mediados del siglo XX, la arquitectura mexicana contemporánea, poco a poco se ha ido consolidando, adquiriendo conceptual y materialmente personalidad propia, siendo abiertamente reconocida en la actualidad internacionalmente.
En las presentes reflexiones se intenta reconocer en primera instancia, ideas, valores y autores, referidas a algunas de sus realizaciones proyectuales en nuestra arquitectura, que justamente dejan constancia de la solidez de su presencia, en el contexto de la actual arquitectura universal. Se ha hablado de obras que forman parte de la modernidad universal, pero que en sus calidades formales, compositivas y vivenciales, responden a unas condiciones del sitio y culturales, que hacen que estas obras se hayan podido construir de cierta manera, respondiendo justa y directamente a los requerimientos programáticos, formas de vida, contextos, lugares y condiciones culturales que se identifican con el México actual. Como ya se comentó en el inicio, como todo trabajo de reflexión crítica, las ideas aquí expresadas no pretenden ser definitivas, son naturalmente susceptibles de variaciones, ajustes y reconsideraciones. Esta es una labor constante de construcción y reconstrucción en el tiempo, admitiendo naturalmente que puedan existir otras posibilidades de valoración, que puedan realizar otros autores.
Ciudad de México, diciembre 2023.
Nota:
Para información con mayor detalle de algunos de los proyectos mencionados en el presente ensayo, se pueden consultar los libros:
Arquitectura Mexicana Contemporánea, Crítica y Reflexiones.
Editorial Designio, 2009.
Autor Gustavo López Padilla
Nueva Arquitectura Mexicana, Tendencias Entre Siglos.
Editorial Designio, 2011.
Autor Gustavo López Padilla.
El Relevo Generacional, Arquitectura Mexicana Contemporánea.
Editorial Designio, 2014.
Autor Gustavo López Padilla.
*Gustavo López Padilla
Arquitecto
navegandolaarquitectura.wordpress.com
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Columnista invitado
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